Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia
*Les encanta charlar y expresar sus criterios.
*Manifiestan sus puntos de vista sobre varios temas.
*Desde el cultivo de los girasoles hasta la política del Kremlin
*Conversan libremente acerca de la diplomacia de la Casa Blanca.
Entre los estereotipos comunes usados en los países occidentales al referirse a la Rusia actual, sobresale el tema de la censura, factor que, se dice- impide a sus ciudadanos expresar abiertamente sus opiniones en los diversos sitios.
Reclamos y exigencias, demandas y peticiones se dan en los salones de clase, en las conferencias u congresos, en la sala de la casa y hasta en las kilométricas y reveladoras ruedas de prensa como las que ofrece anualmente el Jefe del Estado.
“Somos cultos, informados, con criterio bien formado e ideas sólidas y estructuradas”, dice Tania Kerdan; profesora de investigadora sobre seguridad energética de la Universidad Mijaíl Lomonósov de Moscú, sin que ello quiera decir que deban sonríen a los desconocidos.
La costumbre respuesta a esa actitud es que, en Rusia, el común de las personas no está acostumbrado a sonreír sin motivo, tanto más ocultar debajo de la cara alegre su mal humor o sus problemas.
La gran mayoría de los rusos cree que una sonrisa no siempre es sincera, y en los lugares públicos suelen estar con una expresión de la cara concentrada; pero cuando se encuentran entre los compañeros de trabajo o de estudios, amigos o los familiares “se transforman”, añade la profesora Kerdan.
En seguida se convierten en las personas más sonrientes del mundo, y a veces las risas y las bromas no se acaban: “Se trata de manera especial a las mujeres Se sabe que las rusas por lo regular somos guapas e inteligentes, atractivas como pocas”, dice a su vez Serguei Zavarotny, periodista del diario Komsomolskaia Pravda.
Pone como ejemplos y pruebas demostrativas a Natalia Vodiánova, María Sharápova, Anna Kárnikova y otras modelos internacionales y deportistas de gran prestigio y famosas de origen ruso sin mencionar a las participantes en concursos internacionales de belleza.
“En Rusia -agrega- tratamos de una forma especial a las representantes de esa cualidad estética que envidian hasta las francesas o suecas, por eso hay que cederles el asiento en el transporte público, abrir la puerta del automóvil, dar la mano con delicadeza y mirarlas con dulzura”.
Tal galantería no se califica como invasión de la independencia o humildad de las cualidades de negocio de las mujeres; pero la mirada intensa de las desconocidas en los lugares públicos, el asedio, el galanteo pegajoso, los silbidos se toman como ofensa.
Zavaroyny encuentra otras características en el modo de ser de sus compatriotas: “Nos gusta bromear, ser alegres, nos gustan las bromas, las tomaduras de pelo y los chistes, y lo mejor es que valoramos el buen humor y la sátira y hasta sabemos reírnos de nosotros mismos”.
A menudo usan las frases de las películas populares, especialmente de las comedias soviéticas, las cuales casi todos tratan con el cariño especial sin perjuicio de la edad, y a veces para comprender de qué bromean los rusos hay que ver los éxitos cinematográficos como “El amor y las palomas”, “Moscú no cree en lágrimas”, “El prisionero del Cáucaso” y “Las puertas de Pokrovskie”
Otra forma de divertirse es asistir al banya -baño de vapor en ruso o sauna en español-, y es que su visita es el pasatiempo especial del género masculino y femenino, considerándose que el transpirar mucho y demasiado, sin duda según dicen, limpia y alegra el cuerpo y el alma.
Al contario de las personas de otras nacionalidades europeas occidentales, los rusos van al banya no solamente para eso, sino para conversar, reír y, en suma, comunicarse con sus amigos o conocidos.
“Desde tiempos pasados, el rito de baño incluye la selección de la compañía que sea conveniente, el mismo proceso de bañarse y estar en el vapor: cuanto más tiempo uno se toma un baño de ese tipo, tanto sano y mejor se siente”, explica Serguei.
Después del baño de vapor importado de Turquía hace no muchos siglos, está la costumbre de nadar en un agujero o piscina con agua helada, y una vez acabados esos famosos y saludables “tratamientos”, a los bañistas los saludan afectuosamente con la frase tradicional: “¡Que seas feliz y qué te caiga bien el baño!”.
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