Por Patricia Retana
CIUDAD DE MÉXICO.- En el corazón del poder capitalino, donde el gobierno presume diversidad en cada discurso y presume inclusión en sus carteles turísticos, hoy se escuchará un reclamo que no cabe en sus folletos: el Movimiento Femenil Indígena llegará a las puertas de la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México para exigir un espacio digno en la Feria de las Culturas. No llegan con flores para la foto, llegan con la memoria de siglos de marginación.
La cita es clara: Plaza de la Constitución #1, Centro Histórico, frente al Zócalo. Ahí, mujeres que tejen, curan, cantan, cultivan y defienden su lengua, pondrán sobre la mesa lo que el aparato cultural de la ciudad parece no entender: no se trata de “un favor” ni de un “cupito” si sobra. Se trata de un derecho protegido por la Constitución y la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas. Negarles un espacio en la feria no es un error administrativo: es una afrenta directa al corazón mismo de esas leyes.
El Movimiento Femenil Indígena no llega vacío: trae sus saberes, su medicina, sus historias y un mensaje que incomoda a las autoridades: las mujeres indígenas no solo han sido excluidas de los escenarios y mercados culturales, también han sido borradas de las decisiones que afectan a su propia cultura. En un país que firma tratados internacionales y presume su Reforma Constitucional al Artículo 2°, negarles presencia es un acto de colonialismo moderno disfrazado de agenda cultural.
No es la primera vez que estas voces son marginadas. Según la ONU, las mujeres indígenas enfrentan doble opresión: discriminación estructural como mujeres y exclusión como integrantes de pueblos originarios. Sin acceso a tierra, con escasa representación política y bajo amenazas a su autonomía, los feminismos indígenas han forjado un movimiento político que rompe estructuras patriarcales, capitalistas y coloniales desde sus propias cosmovisiones.
Hoy, en el Zócalo, la dignidad no se negocia. Estas mujeres no están pidiendo permiso: están tomando el lugar que les corresponde. Y si el gobierno de la CDMX insiste en cerrarlo, que al menos entienda que la resistencia no cabe en sus vallas.
AM.MX/fm