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sábado, abril 27, 2024

Restauración de los mascarones mayas en Kohunlich

 

A finales de la década de los años 60, el arqueólogo Víctor Segovia descubrió los mascarones del Edificio A1 de Kohunlich y desde entonces han sido motivo de estudio e intervenciones por diversos equipos de conservación. 

A causa de las condiciones climáticas del sur de Quintana Roo, los mascarones son un gran reto para la restauración mexicana. La más reciente iniciativa que asumió este desafío fue a causa del titular del Instituto Nacional de Antropología E Historia (INAH) Quintana Roo: Margarito Molina Rendón; quien está a cargo de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), del INAH. 

Al momento, un grupo de especialistas, que dirige la restauradora Patricia Meehan Hermanson, se encuentra trabajando para mitigar el deterioro de los rostros mitificados; concebidos hace más de un milenio por los antiguos maya de las Tierras Bajas Centrales.

En el año 2018 y 2019, con la experta Sandra Balzanario, se realizaron supervisiones referentes al estado de preservación de los cinco mascarones. Determinaron que su deterioro avanzaba de manera dinámica. Por esta razón, los investigadores responsables comenzaron a entrevistar a los restauradores que trabajaron con las piezas previamente para poder establecer una línea del tiempo con los registros de estos.

Con la información documentada y devengados de un seguro, Patricia Meehan; Gabriel Severiano Flores; Alejandra Candela del Liñán; Karla Martínez López; Viridiana Sánchez Ramírez e Inés de Ángel Mejía, desde hace un mes se encuentran trabajando en  en el llamado Templo de los Mascarones.

¿Qué están haciendo?

Lo que se proponen es construir un proyecto de intervención y los restauradores se han concentrado en los mascarones dos, tres y cuatro sur del Edificio A1. 

La intervención de manera directa inició con tareas de limpieza y fijado de escamas que proliferan en zonas con estuco original, a través de morteros a base de cal. Para aquellas que son muy pequeñas, han aplicado meticulosamente un adhesivo neutro; según lo informa el INAH.

 

“A la par de recuperar mediante resanes la volumetría perdida, el equipo sustituye morteros de sacrificio que mitigan la disgregación de los materiales constitutivos de los mascarones, problema generado por la migración y cristalización de sales” abundó el Instituto en su comunicado de prensa.

 

Patricia Meehan explicó que los cinco mascarones recubren los cuerpos del basamento de la fachada oeste. Decoran el frente en los costados de la escalinata y a partir de ello, sus dimensiones varían y disminuyen conforme se asciende por los peldaños; oscilando entre los 2.5 y 3 metros de altura y 3 y 4 metros de largo.

 

El talud del basamento fue concebido para recibir los mascarones. Las esculturas están integradas a la arquitectura y los  recubrieron con estuco -argamasa de cal con cargas de arena y sascab (un producto derivado de la intemperización de rocas calizas)-; además de la presencia de carbón , que es el resultado de la fabricación de la cal.

La experta agregó que los rostros que constituyen el área central de los mascarones fueron moldeados in situ.  Las decoraciones laterales labradas aparte y adheridas posteriormente, como lo han descrito estudios dedicados a su tecnología. De acuerdo con la especialista:

 

“Se da cita una dinámica compleja que involucra las condiciones climáticas, además de la humedad condensada en la superficie de la construcción y por los pozos de saqueo que tiempo atrás se excavaron de forma ilícita. Asimismo, la consolidación del Edificio A1, durante el proyecto que dirigió el doctor Enrique Nalda, implicó que toda esta humedad nucleada comenzara a evaporarse buscando los frentes más suaves y porosos, los cuales corresponden al área de los mascarones”.

Fachada posterior del Edificio de los Mascarones. Imagen vía: @zarqls_inahqrls

A esta situación, se le agregan el cambio brusco de las condiciones en las que permanecieron ocultos durante siglos.  Fueron descubiertos y liberados hace poco más de 50 años y fue entonces que inició la carrera a contrarreloj para su mantenimiento. 

Para la conservación en fueron vertiéndose los materiales y metodologías más avanzados de cada época, lo cual también implicó que usaran materiales que resultaron contraproducentes; como el uso de polímeros sintéticos (Paraloid B72 y silicato de etilo). Al igual que el cemento utilizado en las intervenciones arquitectónicas y en resanes de los mascarones.

 

“Muchas veces trabajamos a base de prueba y error, por eso es importante dar seguimiento a todas las intervenciones que hacemos”, explicó Meehan. 

Agregó que tampoco se ha descartado que el deterioro de los mascarones se haya potenciado en el último par de años por efecto del cambio climático; junto a otras causas que pudieran  involucrar las cualidades originales del estuco.

Los restauradores apuntan al planteamiento de un proyecto que logre conservar a largo plazo los mascarones de Kohunlich:

 

 “Es de vital importancia que los mascarones se intervengan mediante esfuerzos permanentes, que partan de la investigación y de estrategias claras. Debemos ir más allá e integrar toda la información que nos dé el entorno y el bien en sí mismo”; concluyó la restauradora.

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