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viernes, marzo 29, 2024

Su nombre en el recuerdo

10 años

José María Pérez Gay (1944-2013)
por Rafael Serrano
“Fue, antes que todo, un ser humano de fina, valerosa dignidad, un militante de lo humano.”
Mónica Mateos
El 26 de mayo de 2013 murió José María Pérez Gay. Una de las mentes más luminosas del México de finales del siglo XX. Ha pasado una década y todavía no lo olvidamos. Nos hace falta porque es de la estirpe de los imprescindibles. Vivió intensamente y murió catastróficamente, una enfermedad se ensañó con él: “…una leucoaraiosis, pariente cercana de la esclerosis múltiple, le puso fin a su trayectoria literaria y diplomática. Esta enfermedad originó una serie de infartos cerebrales que lo condujeron a una lenta agonía. Mientras su mente se apagaba, su cuerpo yacía sin movilidad.” Oscar Tinoco. Los Pérez Gay y la pérdida de la hermandad (2015). https://www.crash.mx/letrero/los-perez-gay-y-la-perdida-de-la-hermandad/

La última vez que vi a Chema fue en la colonia Roma, en la Casa Lamm, en la presentación de un libro; allá por 2005 o 2006. Era asesor/consejero de AMLO y tejía redes diplomáticas ante el “inminente” triunfo de la oposición. No fue así y vino el “haiga sido como haiga sido” y la penumbra panista nos cubrió 6 años más. Después nada supe… ahora sabemos que vivió un descenso al infierno, al peor de los destinos para un mente prodigiosa: perder la memoria y dejar de hablar. Rafael, su hermano escribió un intenso y conmovedor texto donde nos habla de cómo “…de un plumazo, empezamos a ser nada, nadie, nunca…” El cerebro de mi hermano (2013).

En esa ultima ocasión me dijo: “rufián, sácame de esa olla de grillos, llévame a un lugar seguro…” Lo llevé a mi casa en las calles de Orizaba, enfrente de la Plaza Río de Janeiro. Le di un vaso de agua y le habló a su chofer… “tengo que preparar una reunión con el cuerpo diplomático en la casa de Campaña en las calles de San Luis Potosí y hay mucha jauría mediática en la pradera…resguárdame del chacaleo”. Así era Chema, intempestivo, fabulador, lúcido y encantador. Nos preguntamos sobre nuestras “alicias”; por su madre, doña Alicia y por mi madre, también Alicia. Le dije que tenía 5 años de muerta… ¿¡ah¡? “¿Y de qué murió?”: “un infarto cerebral que la dejó parapléjica dos años”. Guardó silencio y me miró fijamente: “¿sufrió mucho?”. Le conteste con un lacónico sí.

 

Y luego llegó el chofer. Chema renqueaba y caminaba mal, “esto está de la chingada” pero antes de subirse a su Nissan me devolvió al pasado, cuando lo conocí en Alemania en 1972: “¿te acuerdas de Colonia, de Enzesberger, Nelly Sachs y Canetti?, ¿de Bárbara y de Worringer Strasse, Kolping House?”: “Sí, me acuerdo” le dije, “también me acuerdo de don Pepe, doña Alicia, tus hermanas, de Rafael… y de Cadereyta 16, una callecita oscura detrás de un edificio horrendo donde convergen las calles de Tamaulipas y Nuevo León… horas me las pasé en una salita oscura en la planta baja de ese cuchitril de la Condesa, platicando con doña Alicia y con quien llegara: lo mismo estudiantes vagabundos, las hermanas de Chema, Rafael, doña Alicia, don Pepe que con encumbradas personalidades como la compañera María Esther Zuno o algún espíritu atribulado que pasaba por ahí … le dije lo que la memoria me trajo a ese presente.

Le recordé: “ Chema… ¿te acuerdas? … te pedí ayuda para un primo lejano que estaba desaparecido y que su madre, prima de mi mamá, me rogó interceder para impedir que lo matarán”. Chema conocía al presidente Echeverría y al poco tiempo lo aparecieron, de tan maltratado hecho un cadáver pero vivo. Me acuerdo que Chema lo conocía, había estudiado con él en la Ibero y sólo me dijo “…este Alberto es un aristócrata ¿qué tenía que hacer en la guerrilla de Lucio Cabañas?” Nunca supe la respuesta ni el gran viraje de este primo desconocido que nunca trate pero que, el cónsul José María Pérez Gay, Chema, lo salvó. De eso y más me acordaba.

Cayó de la memoria un torrente de anécdotas, de correrías, de complicidades y por supuesto su inolvidable visión libertaria desde las atalayas del humanismo alemán…Chema subió a su Nissan y se esfumó; ya sólo supe de él por sus escritos, famas, glorias, correrías políticas, leyendas y de su penosa enfermedad; después, llegó su muerte que apareció en todos los periódicos. Me di cuenta que fui marginal en su espléndida y luminosa carrera. Fui un meteorito gravitando en su existencia, pasé fugaz o periclite, me alejé. Pero no lo olvido.

Aquí me detengo y pido permiso a mis lectores para recordar ese tiempo en que lo conocí, en Alemania, en ese entonces dividida. A un década de su muerte, todo ha cambiado y todo permance pero mi espíritu me exige un texto que sirva para que el olvido se retrase e invoque, aunque sea en un suspiro, la inmortalida; y sean las cenizas, de sus restos esparcidas en el Parque España de la Condesa y en Berlín, polvos que nublen los ojos del tiempo.

Corrían los meses de 1972 …

José María Pérez Gay y Rafael Serrano en Colonia, Alemania Federal (1972)

 

Lo vi llegar al aeropuerto de Colonia con su melena gris alborotada y un abrigo oscuro con forro de zorro siberiano. Con lentes parecía un oficial vintage de la Alemania Democrática (DDR). Era el Agregado Cultural de México en las tierras divididas de Germania. Nos identificó inmediatamente: Luis Alberto García (LA) y yo traíamos la pinta mexica y José Pagés Rebollar era un güero de rancho con olor a Tabasco: “Pepe, tu padre quiere que regreses cuanto antes…son instrucciones del embajador Galindo… vengo con la tarjeta del rey Midas para pagar tu boleto de regreso a México…” le dijo Chema. El hijo del jefe Pagés, el junior, había sido conminado por su padre para regresar después de una semana en donde se había bebido todo el vino del Rhin. LA y yo nos miramos asombrados y Pepe nos ordenó solemnemente: “rufianes: regreso a México pero ustedes se quedan y hagan las entrevistas…” Pérez Gay nos invitó al bar y le dijo a Pepe: “…no me puedo subir a un avión sin 5 wiskis adentro…” Pagés Jr asintió y bebimos como convidados de piedra… y entonces, el consejero cultural de la embajada mexicana calmó nuestra incertidumbre: “…yo me hago cargo de ustedes…”
Luis Alberto y yo habíamos sido abandonados en un vado del Rhin; viajamos a Alemania enviados por la revista Siempre! como reporteros pero en realidad eramos los ujieres del hijo del dueño de la revista política mexicana más importante de ese momento y los que hacíamos la talacha informativa. Pepe Pagés Rebollar era un junior megalómano que había abrevado su aprendizaje en tertulias con famosos y a la sombra un padre tan talentoso como poderoso. Se crió off shore, fuera de la escuela reglada, entre grandes personajes; desde toreros como Silverio Pérez hasta pintores como Siqueiros, desde políticos ricos o ricos políticos como Carlos Hank González hasta 2opinion makers” de la talla de Jacobo Zabludozky o cantantes y compositores del “star system” nacional como Cantoral y José José. Lo mandaron, como suele suceder en las élites, a “ pulirse”a Suiza para aprender lenguas. No resistió el panóptico escolar y huyó de la educación reglada para irse a la bohemia de París, acompañado de un mentor griego llamado Dimitrakis Baltas y observar desde la Cupole, la algarada estudiantil de mayo de 1968. Como se sabe esta historia terminó mal: el padre muere de enfisema como su revista y Pepe chico muere víctima de sí mismo; nunca pudo ordenar su vida ni hacerse cargo del legado de su padre. Lo demás ya lo conocen y lo padecemos en voz de una hija que niega al Padre todos los días.
El pretexto del viaje, en 1972, había sido el de dar cuenta del milagro germano, entrevistar al “establishment” de la República Federal y observar desde el muro de Berlín a la otra Alemania (la “democrática”). En fin, que el Junior revitalizara su pátina europea y lo preparara para dirigir Siempre!. Este propósito fue fallido y resultó escandaloso. Pagés jr rompió con la agenda alemana, rentó un Mercedes Benz y se trasladó a Amsterdam para después llegar a París a reencontrarse con su mentor griego. Nosotros, como remoras, lo acompañamos. Fueron dos semanas caóticas, un tour de bares y discotecas que culminó en el departamento parisino de Baltas. Obviamente, el padre del Junior enfureció y cuando regresamos a Alemania, el embajador Galindo mandó a Chema para empaquetar al chico y devolverlo a Mexico.

Y nosotros, LA y yo, nos quedamos colgados de la brocha. No era al primer junior de la élite mexicana que José María salvaba de la perdición europea, lo había hecho con el hijo menor de Echeverría quien se había soliviantado en los Alpes suizos y desmelenado en la vitrinas de Warmor Stradt en Amsterdam y lo hizo años después con un joven de melena hirsuta llamado Luis Donaldo (Colosio) que hacía correrías formativas por Austria.
El junior, ahogado en wiski, tomó el Lufthansa a México; pagó la diferencia para irse en primera clase y nos dejó 300 dolares para sobrevivir, “un mes”. Chema nos depositó en una casa de asistencia en Colonia junto al Rhin, repleta de jóvenes becarios precarizados: “kolping house” y luego, nos llevó a la embajada de México, situada en un barrio ricachón de Colonia, cerca de la capital de la Alemania Federal: Bonn, un pintoresco pueblito cercano donde había nacido Beethoven. Ahí, en la residencia oficial mexicana una cocinera oaxaqueña preparaba sopes (memelas) y quesadillas (empanadas) para toda la delegación mexica. A las doce del día se hacía un break y sobre los escritorios DM Nacional se instalaba la fritanga: …”están en territorio nacional” decía Chema divertido. Un llegue al surrealismo: “la cocinera la trajo el embajador Galindo desde las montañas de la Sierra Norte de Oaxaca, con trabajos habla el castilla… es todo un espectáculo en los mercados ambulantes de Colonia, le sacan fotografías y compra bien, regatea y como si nada, vestida con hupiles bordados, llena la canasta y se sube al Mercedes de la embajada para venir a cocinar; los chiles, semillas, especias/verduras nativas y maices para las tortillas los traen en valija diplomática cada tres días”. Comimos los sopes y las quesadillas con agua de jamaica como corresponde a un Godínez.
Chema tenía como trabajo el “tejer” las relaciones con la cultura de un pueblo derrotado en la Guerra y que vivía un renacimiento cargando una culpa histórica enorme. Como decía el canciller Willy Brandt para explicar la asombrosa recuperación de su país: “somos un pueblo con culpa y nos hemos redimido a través del trabajo”. Pérez Gay era el cronista de este proceso de redención. Todos los días elaboraba tarjetas informativas sobre el sistema político alemán y el actuar de su nueva clase política. Él era también un renacido que gracias a una circunstancial beca se fue a estudiar al Berlín dividido de los años 60s. Así pudo superar o saltar un pasado que lo ahogaba y superar su ideología clase media que aspiraba ser pudiente a través de la movilidad social en escuelas para ricos. No tenía, cuando se subió al avión ni para comprarse un abrigo y una amiga le regaló uno “porque en esas tierras los inviernos son crudos”, tanto como la vida en un cuchitril en La Condesa decía Chema. No era un aspiracionista sino un renacido, sobreviviente del “milagro” mexicano. Según contaba, aprendió el aleman bajo el método bocanegra, “a chingadazos”. Y con la memorización que le permitió superar la tartamudez. Y aprendió tan bien el alemán que cuando entrevisté a Hans Magnus Enzensberger me dijo: “este hombre habla y escribe mejor que la mayoría de los alemanes”. Asombrosa memoria, lector voraz y habla lúcida.

 

El ático de la embajada en Colonia le permitía el silencio para aprender y mirar desde lejos a México, su obsesión; y desde el cristal europeo escribir “La difícil costumbre de estar léjos”. Todos los días redactaba unas “tarjetas informativas” sobre el panorama de la posguerra, la guerra fría y el ascenso de la Sociedad del Bienestar en Europa. Desde el corazón de la Europa occidental había descubierto que después de la algarada del 68 las banderas de la revolución serían arriadas y desechada la vía armada; la clase obrera no iría al paraíso ni tomaría el Palacio de Versalles ni el de Invierno. El fracaso del socialismo real y los tanques en Budapest o en Praga eran la cara cruenta de su fracaso. La oferta, ahora distópica, de un capitalismo tolerante, igualitario y fraterno se mostraba en los parlamentos europeos y en su ascenso a la vida democrática. Pero los pensadores neo-marxistas, nos alertaban que no es posible una vida democrática en el capitalismo: “ahora somos más libres pero atados a la noria del rendimiento y el consumo”.
No había Eros en la civilización usurpada por el capitalismo sino un Tanatos que habia logrado internalizarse en cada sujeto para intervenir/apoderarse de su individualidad. Amigo de Safranski Pérez Gay defendía numantinamente la libertad de un sujeto autónomo y moralmente responsable y criticaba la “libertad” de hombres dependientes/irresponsables, de vidrio, “transparentes” pero opacos; opacos en sus huecos/vacíos existenciales, hamsters en la rueca de una productividad enloquecida. Chema veía, leía y escribía de esta reconversión histórica en curso y del triunfo planetario del capitalismo tardío: “¿durará?”se preguntaba y contestaba: “durará menos que las dinastías egipcias y no tanto como la era del “Talón de Hierro” que predecía Jack London”. Años después, alejado de sus áticos silenciosos escribiría sobre los horrores de la sociedad del siglo XX, lo mismo en Camboya, Chernobyl o África.
En Colonia, en Bonn (el Bundestag), Berlín, Hamburgo y en todos los lugares que visitamos entre entrevistas y visitas a sedes del gobierno federal, abría un paréntesis para habar de México. Eramos de la generación del 68 estudiando periodismo en la UNAM; y entre café y café, comida y comida, chupes y chupes, nos preguntaba sobre México y el 68, una catarata de preguntas: ¿habíamos estado en la manifestación del 26 de julio?; ¿cómo se oian las orugas de los tanques en el barrio estudiantil, aquella noche del 26 de julio de 1968?; ¿habíamos estado en las barricadas o qué hacíamos cuando el ejército tomó CU o cuando se dieron los combates en el Casco de Santo Tomás?: ¿era cierto que las amas de casa de la colonia Santo Tomás resguardaron a estudiantes y cuidaron de los heridos?; ¿hubo muertos?; ¿estuvieron en Tlatelolco, por qué no fueron?, ¿la manifestación del 26 de julio fue menor a la que encabezó el rector Barros Sierra?, ¿cantaron el himno cuando el rector puso la bandera a media asta?, ¿descríbanme la manifestación del silencio?, ¿gritaron Prensa vendida o libertad a los presos politicos y derogración de los articulos sobre la disolución social? Luego nos preguntaba sobre lo que sucedió despues de la matanza del 2 de octubre, sobre el México armado que busco en la guerrilla la liberación nacional: ¿qué saben del Partido de los Pobres, de Génaro Vázquez y de Lucio cabañas? ; si había oido hablar de Alberto Ulloa Borneman, guerrilero fifi de Lucio Cabañas. Chema tenía una sed de curiosidad, de ahondar en el México profundo. En ello invertimos las horas de espera y de los traslados, siempre había un bar o una cafetería para la tertulia en los fríos días de la primavera alemana.

Como premio a nuestras balbuceantes respuestas nos leía poemas de Hans Magnus Enzesberger y párrafos de su crónica radial sobre “El corto verano de la anarquía”; y ya, llenos de habla y alcohol, fuimos a su buhardilla, un cuartito en su casa de Borringer Strasse donde la psiquiatra, Bárbara, su esposa en ese entonces, lo había confinado. Al lado de la cama, camastro. tenía la foto de Zapata y de Marx. Él nos “medía el aceite” (examinaba) y volvía al río de las preguntas: “¿tú sabes quien escribió el Plan de Ayala? ; ¿leiste a Martín Luis Guzmán además de Rulfo, la novela de la revolución? México no se entiende sin el Águila y la Serpiente o la Sombra del caudillo; ¿y qué te parece Agustín Yañez y su “Ojerosa y pintada”? la primera novela sobre la urbanización, previa a “José Trigo”; ¿has oido hablar de Luis Cabrera?; ¿notas parecido del Plan Ayala con el manifiesto del partido comunista? Womack lo dijo: los campesinos zo quieren cambiar por eso hacen revoluciones; ¿Has leido “Minima moralia” de Adorno? O “El hombre sin atributos” de Musil? Sabes que Rudi Deutschke fue baleado por un demente y se jodió?; ¿has leido a Paul Celan?” Y nos dejaba exhustos e inermes ante tanto que no habíamos leido ni oido. Eramos veinteañeros púberes.
Esta correría periodística e inciática no pudo emular a don Pepe Pagés que habia entrevistado a Hitler, Mussolini y al emperador Hiroito. Pero pudimos, LA y yo, conocer y platicar con Canetti, Enzensberger y saludar y entrevistar a ese obrero rudo y brillante llamado Willy Brandt, conocimos las posturas de la social democracia y de la democracia cristiana. Conocer la vida alemana de los “wessis” y otear la vida asceta y deprimida de la DDR, los “ossis”. Chema nos mostró lo mucho que le debiamos a la filosofía alemana y a sus escritores y poetas. Leimos los versos de “las canciones del progreso” de Enzensberger, parráfos sublimes de “La Provincia del Hombre” de Canetti y los luminosos poemas de Nelly Sachs. Dos de ellos fueron premios Nobel. Recuerdo que Canetti y Enzesberger eran poliglotas pero Canetti, siguiendo la máxima de Heidegger, agregaba que si bien “hablar era existir y la capacidad de nombrar era el tamaño y profunidad de la provincia del hombre”, ésta existencia tenía una ontología materna: se piensa siempre en el idioma de tu madre. Canetti era un judío búlgaro sefardí que escribía en alemán y en inglés pero pensaba en un español antiguo, judeoespañol, marginal y perseguido (ladino): “¿en qué te hablaba tu madre?” Me decía. Esa es la matriz de la que salen tus pensamientos, las representaciones que significan al mundo.
Estuvimos dos meses con esta beca maravilosa caida del cielo y con un maestro y guía de lujo. Regresamos a México y nos volvimos visitantes frecuentes de la casa de los Pérez Gay y a él, lo veíamos cuando llegaba de Europa. Toda la década de los 70s estuvimos frecuentando la cueva de Cadereyta. Cuando Pérez Gay regresó a México ya había sido novio de la hija de Echeverría, esposo de una psiquiatra alemana, amante de varias mujeres, todas inombrables, que hoy se nublan en el espacio de lo correcto. Ya había escrito párrafos y parrafos sobre la vida de un oscuro consul erudito hundido en un buahardilla de una embajada mexicana en la fría Alemania dividida. La dificil costumbre de estar lejos me fue leida por teléfono y como premio a mi paciencia, me tradujo textos de un libro de Habermas que no se había publicado en español, lo cual me sirvió para fundamentar mi tesis de licenciatura. Me dijo después de mi primera lectura de un audio libro: “Ai te va un epígrafe para tu tesis: en Atenas se incia el largo camino del hombre hacia Washington”.

Luego con el tiempo se volvió inevitablemente famoso, dio clases en la UNAM, se sentó en la oficina donde despachaba Octavio Paz en París y ahí rescató lo que quedaba de Elena Garro despues de ser destruida por el ego de Paz. Fue embajador en portugal y burócrata de la alta cultura. Escribio novelas, ensayos y un libro fuera de serie: El Imperio perdido. También tradujo a los grandes pensadores y poetas como Walter benjamin y Paul Celan. Fue amigo y preferido de aqueos y troyanos; sentó cabeza, se casó y tuvo hijos, pero siguió siendo Pedro Infante. Supe de su amistad rota con Aguilar Camín, su amistad profunda con Colosio, su adscripción al lopezobradorismo, su filia por Monsivais y dejé de verlo… hasta entrado el siglo XXI lo reencontré maltratado y cansado…todo lo demás lo pueden encontrar en google y en el algoritmo del pesimismo: el de un fabulador genial y un ser humano muy humano… ecce homo, diría su alabado Nietzche.

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