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martes, abril 30, 2024

“Todo el poder a los sóviets!”

Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia

*Violencia y patriotismo, los factores previos.
*La situación de Rusia antes de su revolución.
*La revuelta de 1905, primer aviso al zarismo.
*Lenin salió de Suiza para poder llegar a San Petersburgo.
*Conspiración bolchevique mientras la Gran Guerra seguía.

La revuelta frustrada de 1905 en protesta por una situación insostenible provocada por el despotismo autocrático y la desigualdad prevaleciente en la Rusia zarista fue extinguida por las bayonetas, la fusilería y los sables de las tropas monárquicas el 9 de enero de ese año, en el bien llamado “Domingo Sangriento”.
No obstante la violencia aplicada por el gobierno de Nicolás II y la reacción de patriotismo de los rusos ante la el conflicto bélico con los Imperios centrales, Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, había persuadido a los bolcheviques de que su victoria solamente podía nacer de la victoria alemana en caso de vencer en la Gran Guerra.
Dimitri Volkógonov, biógrafo del dirigente, escribe en El verdadero Lenin: “Por fin, después de que los servicios de espionaje británicos hubieran patrocinado el asesinato de Grigori Rasputin, el monje consejero de los zares, y los tumultos callejeros en Petrogrado seguidos por la renuencia del Ejército a disolverlos hubieran causado la abdicación del zar (la Revolución de Febrero, marzo en Occidente), Lenin aceptó la ayuda de los enemigos de su patria”.
Uliánov salió de Suiza con una comitiva de una treintena de acompañantes y logró cruzar Alemania en un tren especial, despidiéndose en la estación de Zurich con un discurso febril dirigido a algunos de sus camaradas: “¡Viva la revolución proletaria mundial que ha comenzado!”, exclamó agitando la gorra de visera que lo hizo famoso.
Volkógonov cuenta que una de sus primeras actividades fue organizar turnos para el uso de los dos baños por parte de él, su esposa, su secretaria, traductora y amante francesa que convivía libremente con ellos, Inessa Armand, y otra veintena de hombres, mujeres y niños incorporados al grupúsculo bolchevique.
Con un periplo que incluyó Dinamarca, Suecia y el Círculo Polar Ártico, el 16 de abril entraron en la estación Finlandia de San Petersburgo, entonces Petrogrado y luego Leningrado, ciudad históricamente reconocida por el mundo al tratarse de la cuna de la Revolución de 1917.
Durante los primeros meses de ese año crucial, mientras los bolcheviques conspiraban contra el gobierno provisional -que creó la Duma o Parlamento- y la guerra proseguía, algunos de los biógrafos de Lenin lo acusan de aceptar el apoyo y el dinero de Berlín.
“Los mismos alemanes que mataban rusos en el frente o los hacían trabajar para ellos, entregaban oro a Vladímir Ilich Lenin y a Lev Davídovich Trotski, ideólogo y fundador de Ejército Rojo”, acusó Dieter Sommerfeld, comandante de tropas especiales del imperio germano en Prusia Oriental.
En marzo de 1917, los bolcheviques montaron una imprenta y compraron una prensa, para julio publicaban cuarenta diarios, con un tiraje de 320.000 ejemplares al día; el principal, Pravda (Verdad), distribuía unos 90.000.
“Además todos los dirigentes recibían un sueldo. Los fondos los ponía Alemania”, reveló Sommerfeld en su diario de campaña, un prontuario de guerra encontrado en Konigsberg (luego Kalinin) en 1920.
El gobierno de Alexander Kerenski -ex miembro del Partido Socialista Revolucionario y del Gran Oriente de los Pueblos de Rusia- investigó la pista de ese dinero, pero la vacilación y el legalismo del primer ministro impidieron que se detuviera a Lenin, entonces en Petrogrado, “por colaboración con el enemigo”.
“Por sus indecisiones y sinuoso carácter, con razón los rojos le dieron a Kerenski el apodo de El Payaso”, anotó el general alemán en sus memorias: “Esto llevó a que el 25 de octubre (noviembre según el calendario gregoriano, que se adoptaría en 1918), los bolcheviques por fin se decidieran asaltar el poder mediante un golpe político, equivalente a un golpe de Estado”, concluyó Sommerfeld.
Las jornadas históricas de octubre de 1917 -llamadas “los diez días que estremecieron al mundo” por su autor, el periodista estadounidense John Reed, quien hizo la más completa, puntual y veraz de las crónicas-, llevaron a que Lenin fuese elegido presidente del Sovnarkom, el Consejo de Comisarios del Pueblo de Rusia, con el lema de “¡Todo el poder a los sóviets!”.
Estudiosos de ese movimiento, coinciden en que la historia del siglo XX estuvo determinada en su desarrollo por el triunfo de la revolución bolchevique, y a la vista de esa importancia se propuso -aunque fuese tardíamente- la revisión de ese proceso.
Resulta obvio decir que ésta coyuntura fue revisada a partir de las aportaciones provenientes de la bibliografía y documentación conocida después de la desaparición de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991, a más de siete decenios de distancia de su fecha real de nacimiento.

 

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