Adrián García Aguirre / Jerez de García Salinas
* “Patria, te doy de tu dicha la clave”, escribió el poeta zacatecano.
* Xerez de la Frontera, hoy Jerez de García Salinas
* Jardines, teatros y plazas, asado de boda y dulces regionales.
* La música de la tambora y el repicar de las campanas.
* Arracadas de oro y plata de filigrana de don Justo García.
* La Sierra de los Cardos, la hacienda de La Ciénega y sus arboledas.
Si se desea conocer a la máxima figura cultural de Jerez de García Salinas, hay que empezar por la Casa Museo Ramón López Velarde que, fundado en 1951 y situado en donde creció el poeta, exhibe muebles, objetos personales, fotografías familiares y copias de los manuscritos del autor de “La Suave Patria”, cuyos fragmentos se escuchan en la voz de don Manuel Bernal mediante una grabación en las habitaciones.
¿Por qué este literato es tan querido y admirado? Porque resume en su poesía la religiosidad y esencia de la provincia mexicana, transida de nostalgia en párrafos inmortales escritos en 1921 con motivo del primer centenario de la Consumación de la Independencia nacional, y año de su muerte.
Su obra –breve, llena de lirismo, aterciopelada y de sortilegios verbales inigualables- coloca a López Velarde entre los más emotivos y puros poetas contemporáneos de la lengua castellana, como lo expresa la última estrofa de sus versos más celebrados.
“Patria, te doy de tu dicha la clave / Sé siempre igual a tu espejo diario / Cincuenta veces es igual el Ave taladrada en el hilo del rosario / Y es más feliz que tú, Patria suave / Sé igual y fiel: pupilas de abandono / Sedienta voz, la trigarante faja en tus pechugas al vapor / Y un trono a la intemperie cual sonaja: ¡la carreta alegórica de paja!”.
Y así iremos caminando entre las construcciones de cantera rosa y los portales de Jerez: el edificio de la Torre, uno de los monumentos coloniales más bellos que puedan admirarse, o el panteón de Dolores, de los más antiguos y notables de Zacatecas por su valioso acervo arquitectónico.
Hay que conocer y contemplar los Jardines Rafael Pérez e Hidalgo, el Centro de Tradición y Cultura, el Teatro Hinojosa y el Museo Comunitario, la Plaza Tacuba y hacer un paseo en el tranvía turístico que lleva a disfrutar los sitios emblemáticos de Jerez.
Entre las fiestas populares tenemos la de Primavera ya mencionada, que se realiza desde 1824, gran jolgorio que se ha distinguido por sus eventos taurinos, de charrería y más costumbres nacionales que preservan su espíritu, renovándolo cada día, acompañado por una exquisita y amplia gastronomía.
Jerez se distingue por su variedad culinaria, y algunos platillos únicos de la región son el asado de boda jerezano del Hotel Jardín –elaborado con carne de puerco, chiles, chocolate y canela, que también se ofrece en el restaurante Juana Gallo-, sin que falte la birria.
Hay que agasajarse con la barbacoa, el chorizo, la lengua rellena al vino tinto, además de los postres inimitables: las cocadas, los perones en almíbar, el queso de tuna, los ates de manzana y membrillo, los dulces de biznaga, el camote de leche y los dulces de otras frutas.
No faltan en la carta las tostadas y las tosticarnes jerezanas, así como los ya tradicionales burritos de palma, las nieves y las famosísimas raspanieves de “El Paraíso”, negocio localizado desde hace casi un siglo en el portal Inguanzo.
Con todos esos ingredientes, somos bienvenidos a Jerez con sus calles alegres por la música de la tambora y el repicar de las campanas, sus edificios neoclásicos testigos de las historias que se han tejido desde su fundación.
A 57 kilómetros de la capital, situada en un valle largo y casi plano, Jerez es la entrada al Cañón de Tlaltenango, de clima seco y templado ideal para el viajero que busca relajarse en un desenfadado ambiente provinciano de tradiciones vivas, encantos naturales y artesanías magníficas como las de don Justo García, que hace arracadas de oro y plata de filigrana.
A Jerez lo distingue la joyería y sus fiestas con cabalgatas: de la primera son famosas las arracadas de origen andaluz, y para las segundas, lucir los mejores ornamentos en los caballos es un ritual, sin olvidar que aquí se desarrolló la charrería, por ello las talabarterías son vitales, además de la alfarería, que con los años también se ha convertido en delicado exponente artístico jerezano
Don Justo aplica la técnica tradicional de un platero sevillano legendario, a cuyos trabajos se suma la talabartería, artesanía famosa en la región que incluye bordados que utilizan la fibra de pita extraída del maguey, perfecta para los diseños en piel de cinturones y sillas de montar.
Las familias Corral, Escalera y Gordiano hacen sombreros, bolsas de mano, carteras, huaraches, lazos y diversos artículos de charrería, y más adelante, en el Mercado de Artesanías hay artículos de madera tallada, cerámica pintada, juguetes artesanales, ollas, cazuelas, jarrones, botas de montar, morrales bordados, sarapes y jorongos.
En cuanto a sus atractivos turísticos, en las vecindades de Jerez de García Salinas se alza la Sierra de los Cardos, y para los que gustan disfrutar del campo estarán en el lugar correcto, dejándose asombrar por los caprichos naturales y lugares tan serenos como la hacienda de La Ciénega, su capilla y las arboledas de su entrada.
Es posible practicar el senderismo, la tirolesa y dormir en cabañas del Centro Ecoturístico El Manantial (Cel. 4949438037), y para conocer más programas hay que informarse en el Departamento de Turismo (Tel. 56600) que atiende don Emir Goytia Escamilla.
A Jerez se llega en automóvil y autobús por las carreteras federales 54 y 23, y por avión en Interjet a la capital del estado, y como final feliz, tan variado paseo debe culminar con un recorrido nocturno para trasladarnos a otra época.
Así, entre anécdotas y leyendas, hay que vivir la maravillosa y formidable propuesta turística que ofrece Jerez, tomar un jarro de mezcal, brindar e irnos por las calles del Pueblo Mágico del vate López Velarde entre la nostalgia de su poesía, el estruendo de la tambora y la alegría musical tan mexicana -rebosantes de júbilo por tan grata aventura-, en un “hasta luego” con la callejoneada jerezana.
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