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viernes, noviembre 22, 2024

Xaracatán, Cherán y Sevina: por las tierras de Nana Guari ( II / IV )

Luis Alberto García / Nahuatzen, Michoacán

**Nana Huari Guapa vendía comida en aquellos lugares.
*Se ganó el respeto de los pueblos serranos.
*Fue querida de los indígenas cheranenses y sevinenses.
*Les propuso vendieran un terreno para vivir.
*Pensaba radicarse en esos lugares definitivamente.

“Después de algunos días en que sevinenses y cheranenses consultaron la opinión general de los demás vecinos, acordaron mutuamente venderle tierras a cada pueblo, partiendo de la línea divisoria única que existía entre ambos poblados para concertar la venta sin dificultad, de modo que la señora quedó en plena posesión como legítima y única dueña de ellas .
Nana Huari Guapa, la Hija de la Luna, personaje central de una historia lejana, una vez dueña, en quieta y pacífica posesión de las tierras que acababa de adquirir en Nahuatzen, entre Cherán y Sevina, fue visitada por unos indios desconocidos para ella y le platicaron que pertenecían a una congregación que se encontraba no lejos a aquel sitio.
Eran pobladores de Xaracatán, quienes no tenían seguridad sobre las pertenencia del terreno que ocupaban, que tenían poco contacto con los pueblos vecinos, y que podía decirse que eran indios errantes ignorados por otros ocupantes de la meseta y de la sierra.
“La señora los compadecía y, aun cuando se ignoraba la procedencia de ella pues no era purhépecha, dominaba bien el idioma y conversaba con ellos amigablemente. Así continuaron las relaciones amistosas entre los indios y la señora.
La amistad y los vínculos personales se estrecharon más día a día con los de Xaracatán, y en varias ocasiones los indios de este lugar, llevando a una familia, la visitaban y ella agradecida los agasajaba, los consolaba y correspondía sus visitas permaneciendo entre ellos días enteros en sus trojes de madera y tejamanil, por lo que pudo darse cuenta de que eran laboriosos.
“Tenían ollas de barro, metates y molcajetes de piedra fabricados por ellos y, aunque en pequeño ya sembraban maíz, para su alimentación cazaban algunos animales de los frondosos cerros cercanos.
Sería en 1534 cuando la señora pensó separarse definitivamente de aquel lugar y sólo lo comunicó a sus fieles y buenos amigos de Xaracatán, a quienes donó las tierras que había comprado, señalándoles personalmente sus linderos, siendo el centro o punto de partida para la medición el lugar donde actualmente existe una capilla que lleva por nombre El Hospital.
Fue un sitio abandonado durante muchos años, a pesar de que en su techo aún se conservan frescos elocuentes en los que predominan los colores rojo y azul, en lo que hoy es una de las esquinas de la plaza principal de Sevina, a escasa distancia del templo y de la actual plaza principal.
“Una vez que hubo entregado a los indios el terreno mencionado, la señora desapareció por encanto, sin saberse hacia dónde se fue ni por dónde; pero los indios de Xaracatán no perdieron el tiempo, empezaron a mudarse.
Colocando una cruz grande de cantera que aún existe en el lugar, que ella les señaló y era el mismo territorio que los indios de Cherán y Sevina tenían como límite de sus linderos: midieron la tierra: los de Sevina al oriente y los de Cherán al poniente.
“Pasados algunos meses, los indios se dieron cuenta de que la señora había desaparecido misteriosamente y de que los indios de Xaracatán se habían apoderado de las tierras que le habían vendido a ella, y los pobladores de ambos lugares se comunicaron entre sí realizando varias reuniones para ponerse de acuerdo y definir la actitud que debían de asumir ante los indios de Xaracatán.
“Resolvieron expulsarlos de aquellos lugares y se presentaron reclamando la propiedad de las tierras y, como recibieran por contestación que la señora Nana Guari Huapa los puso en posesión por donación espontánea, los indígenas de los pueblos reclamantes vacilaron creyendo que tal vez la señora no estaría lejos.
“Pensaron que vendría a preguntarles porqué habiendo vendido las tierras ahora las reclamaban a los indios que ella, con el derecho de dueña, había puesto en posesión y así dejaron pasar otros meses, mientras los indios de Xaracatán siguieron su obra para afianzar su posesión, construyendo una huatapera o casa de piedra para los caciques y para reunir a los indios en sus fiestas religiosas.

 

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