* Así lo demandan los pobladores de esa alcaldía capitalina.
* El islote de Tlilán fue el origen de ese lugar, en 1352.
* Los usos y costumbres no se han extinguido ni se extinguirán.
* Invertir recursos para preservar la declaratoria de la UNESCO.
* Zona urbana absorbió a San Gregorio, Tepepan y Tulyehualco.
* Parajes inmortalizados por Pedro Armendáriz y Dolores del Río.
Adrián García Aguirre / Xochimilco
“Hay que conservar la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad, reconocimiento que le fue concedido a Xochimilco el 11 de diciembre de 1987, convirtiéndose ese honor en el principal de nuestros compromisos y de las acciones de nuestro gobierno”, dicen los pobladores de esta alcaldía –antes delegación- de esa demarcación del sur de la ciudad de México.
Xochimilcas orgullosos de su origen, refieren que esa declaratoria de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) resume una gran historia, consistente en el rescate, mantenimiento y conservación de la herencia ancestral de quienes crearon un sistema chinampero único, un espacio que llegó a abarcar en el pasado más de 20 mil hectáreas sobre la superficie lacustre.
“Hoy –añade Jorge Gómez, uno de los lugareños, profesor normalista- conservamos dos mil 600 de ellas, mirándolas como la maravilla que asombró a quienes llegaron a un nuevo mundo, representando la piedra de toque sobre la viabilidad de la capital de la nación sobre algo que sigue vivo, no obstante tantos problemas”.
Las autoridades de la alcaldía consideran falsa la versión sobre la pérdida de esa categoría universal compartida con el centro histórico capitalino, expectativa que pretende ser neutralizada mediante acciones que éstas han impulsado: “Eso no debe suceder”, señala el maestro Gómez.
Cuidado del agua, conservación del medio ambiente, cultura y turismo son los ejes temáticos para sacar adelante proyectos sociales de los descendientes de una de las siete tribus que, procedente de Chicomoxtoc, la primera en llegar al Valle de Anáhuac.
Se asentaron en Cuauhilama, cerro sagrado ubicado en el pueblo de Santa Cruz Acalpixca, de donde los xochimilcas, luego del siglo X, extendieron su dominio hacia Tlayacapan, Xumiltepec, Chinameca, Mixquic, Tláhuac, Tepoztlán y Hueyapan, donde ejercieron su poder político y económico.
Guadalupe Sánchez, asesora del Departamento de Turismo de la alcaldía de Xochimilco, explica que, en 1352, la ciudad sagrada fue trasladada al islote de Tlilan, lugar donde hoy se ubica el templo de San Bernardino de Siena, dividiéndose en 14 calpullis o barrios, habitados según el oficio de sus pobladores.
El reordenamiento referido por la alcaldía contempla atraer nuevamente al turismo nacional e internacional mediante tareas conjuntas de los gobiernos local y central, rescatando espacios públicos naturales, luego de que los visitantes se alejaron de ellos por diferentes
motivos.
José Luis Saldívar, ex director de Turismo de Xochimilco admite que no es fácil sobrevivir cinco siglos en condiciones tan complejas como el crecimiento urbano de la capital, y recuerda que, en 2021, se cumplen quinientos años de la caída de Tenochtitlan, por lo que celebran que si sitio de origen siga vivo.
“Hemos sido responsables al cuidar nuestro patrimonio –dice Saldívar-, porque la superficie chinampera que hubo en el país ya solamente existe en Xochimilco y Tláhuac, de manera que también se han conservado modos de producción y tradiciones, como las fiestas patronales, que llegan a 580 anualmente”.
Saldívar y Guadalupe Sánchez destacan que de ello se deriva un fenómeno sociológico extraordinario que se transmitió generacionalmente a los nuevos pueblos que se sumaron a los 14 ya existentes, y a 17 barrios originarios, los cuales conservaron usos y costumbres que no se han perdido, sin que el crecimiento citadino hubiera desaparecido todo, sino al contrario.
Entre ellos están San Gregorio Atlapulco, Acalpixca, Tepepan, Tulyehualco, Xochitepec, Tepalcatlalpan, Xochimanca, Xalpan, Santa Cecilia Tepetlapa, Ahuayuca, San Lorenzo Atemoaya, Nativitas, San Luis Tlaxialtemalco, Tlachacalco, Tlamacaxco, Santa Cruz Atenco, La Noria, Xilotepec y Tleculetl.
Del pasado se recuerdan los manantiales de Monte Alegre, San Luis Acuexcomac, Santa Cruz, Nativitas y La Noria que, a través de un acueducto concluido en 1906, que llegaba a la colonia Condesa de la capital, abastecía de agua a la ciudad de México.
Los xochimilcas están convencidos de que no todo es chinampas o chinampería, mariachis y trajineras en su región de origen, aunque esos elementos sí forman parte de su raíz e identidad, núcleo y corazón de un modo de ser local, reactivado con diversas acciones emprendidas por la comunidad, como el reto de tener libre de lirio acuático la totalidad de un espejo de agua que deslumbra a propios y extraños.
La ciudadanía, dicen los entrevistados, tiene claro que deben invertirse considerables recursos económicos para conservar vigente la declaratoria de la UNESCO de 1987, cuyo texto está escrito sobre una placa de mármol a la entrada del atrio de la iglesia de San Bernardino, en el extremo opuesto de la explanada de la alcaldía.
Además de poseer una identidad tradicional y cultural, conservar ese rango incluye el cuidado de los ajolotes y los peces, las plantas acuáticas, los huejotes –árboles que crecen en la zona de las chinampas-, la calidad del agua y la comercialización de hortalizas, flores, frutas, legumbres y verduras que crecen y se reproducen hace siglos en Xochimilco.
Estos son los parajes inmortalizados por Emilio “Indio” Fernández, Gabriel Figueroa, Pedro Armendáriz y Dolores del Río en la cinta “María Candelaria”, escenarios principales de esa obra cumbre de las cinematografías nacional e internacional, muestra más que acabada de un pasado que debe preservarse como valor genuino del México de siempre.
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