Por Teresa Gil
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Un honor que la firma del pensador Enrique D. Dussel recientemente fallecido, me haya sido otorgada por él mismo en una entrevista que le hice hace muchos años. La firma aparece en el libro Historia de la iglesia en América Latina (Mundo Negro-Esquila Misional 1983). En ese tiempo leí el libro sin que antes le hubiera dicho que la frase la iglesia referida a la católica como lo hacen algunos medios, es la negación de las diversas corrientes religiosas que hay en México y en el mundo. El libro que tuvo después muchas ediciones, en esa época llegaba en 1983 a la quinta, era y es, uno de los compendios más completos que he leído sobre esa historia. Había que separar los diferentes corrientes de esa iglesia, de la teología de la liberación de la cual Dussel fue un portador. Y me metí no solo entonces a la parte de la iglesia católica que luchaba por los pobres y promovía la vinculación con corrientes diferentes como el comunismo. Eso en la búsqueda de una creencia que usara el humanismo para mejorar al ser humano y buscar la unidad entre la gente. Lo anterior, señalado como acusación por gobiernos de la época, sobre todo militaristas, fue apaciguando a esa corriente, quizá con amenazas del propio papado que encabezaba Juan Pablo II, que fue descendiendo su impacto y personajes que la encabezaron en México como Sergio Méndez Arceo y Samuei Ruiz fallecieron en el inter. Pero fue claro que la represión de la ultraderecha en los gobiernos y el militarismo con agresiones y amenazas, afectaron las grandes dimensiones de esa lucha. Con la intención de volver al libro, transcribo por esta vez la dedicatoria sentida que Dussel dedica a mártires de una religión progresista.
A los cristos de América Latina
Al mártir obispo de Nicaragua monseñor Antonio de Valdivieso fallecido en 1550, por la violencia del siglo XVI.
Al mártir arzobispo de San Salvador Monseñor Oscar Arnulfo Romero, fallecido en 1980, asesinado por la violencia coercitiva de ese siglo.
EL ANTICOMUNISMO DE JUAN PABLO II DIVIDIÓ AL MUNDO
En el momento actual cuando esa corriente de la Teología de la Liberación está en suspenso, se pensó en un avance con el papa Francisco en la iglesia tradicional, ya que tuvieron antes algunas diferencias con el polaco Wojtyla, que enfiló sus baterías anticomunistas contra los países que aplicaban esa ideología, dividiendo al mundo. El argentino matiza sus intereses católicos y difunde que en cuestión de creencias, es mejor acercar que alejar. Lo hemos visto, por ejemplo, metiéndose en las honduras árabes y en las entrañas agnósticas de Cuba y los efectos han tenido buenas respuestas en un marco de ganancias para la iglesia católica, que no da paso sin huarache. La posición le ha redituado a Bergoglio altos reconocimientos, pero mientras, los más graves problemas que enfrenta la Santa Sede, duermen el sueño de los justos ( sin merecerlo). Están, los casos de la pederastia sin ser enfrentados a fondo por el estado teocrático, la institución del celibato, el aborto, la misoginia presente en el poderío vaticano, el uso de las mujeres -monjas-, como un bien incorporado al servicio masculino, la opción por los pobres, acuñada en el Concilio Vaticano 11 y que cayó en desuso y muchas cosas más. Si en el concierto de las naciones, un estado que se define representante de un dios, tiene más poder que muchos simplemente terrenales -lo que impulsa a estos gobiernos a utilizar el carisma papal-, Bergoglio juega un papel que el papado bien conoce.
EL USO DEL PARAÍSO IDEAL, COMO FORMA DE REINAR EN LA TIERRA.
En esa larga historia siempre contada, la iglesia católica ha sido el caso más extraordinario: gobernar en el mundo terrenal, poniendo como escudo un paraíso ideal. Los papas y la iglesia del siglo XX (Random House Mondadori, Debolsillo, Barcelona 2005), es una obra de los historiadores españoles Fernando García de Cortázar Ruiz de Aguirre y José María Lorenzo de Espinosa, que tiene un subtítulo irónico, Los pliegues de la Tiara y un prólogo que hace hincapié en La dictadura teológica, Modus operandi. Los editores dueños del derecho de autor, advierten que ante la censura que hizo el Vaticano de la publicación de la obra, que indudablemente no les gustó por la crítica que se desprende de ella, en la última edición – ésta que reseñamos-, el único responsable del libro es Lorenzo de Espinosa, ya que Ruiz de Aguirre, por ser jesuita, tuvo que obedecer las órdenes papales en aquel caso emanadas de Joseph A. Ratzinger ya fallecido, desde la Congregación de la Doctrina de la Fe. (Como puede verse, hay cosas que nos recuerdan a la gente del FAM)). Antes de meterse al siglo anterior, los también maestros dan una visión del mundo del papado en otros siglos, hasta llegar a Juan Pablo II. A reserva de abundar en otra ocasión en esta interesante obra, me concretaré grosso modo a lo que los dos académicos dicen de América Latina y la Teología de la Liberación. En el capítulo 10, hablan de la América católica, esa que se disputan los del Vaticano por ser la más copiosa en feligreses y su pobreza generalizada, que desde mediados del siglo anterior empezó a generar una grey comprometida, con pastores que asumieron a partir del Vaticano 11, la opción por los pobres, entre los que destacaban los brasileños Hélder Cámara y Leonardo Boff. Abundan en el surgimiento de las comunidades eclesiales de base, un movimiento que se ramificó hasta México, en momentos en que la Santa Sede tomaba el asunto con preocupación, condenaba al silencio al franciscano Leonardo Boff, advertía a Ernesto Cardenal y Miguel de Scotto en Nicaragua y ordenaba la sumisión al papa. Los historiadores señalan a Ratzinger, el después papa Benedicto XVI, como uno de los instigadores, apoyado por Wojtyla y las presiones que ejerció Estados Unidos para desmantelar aquel gran movimiento. Las cosas siguieron en declive con el acendrado anticomunismo del también fallecido Wojtyla, hasta hoy, cuando se inicia un repunte discreto partiendo de la apertura de Francisco, que en algunos casos ha decepcionado.