FRANCISCO RODRÍGUEZ
Los diputados afilaron a destiempo los cuchillos contra el bolsillo de los ciudadanos para echarle el guante al presupuesto recién aprobado, ése que contiene la fantasía de los más de seis billones, sólo recaudables y exigibles a los causantes cautivos y criminalizados en “el país de nunca jamás”, en el territorio de Peter Pan.
La pregunta ciudadana es ¿si el coronavirus es un bichito que no puede ser letal, según el Caudillo, por qué dedican una cantidad de dinero a la prevención y atención del virus y se gira el exhorto a un despreciado Consejo de Salubridad General para hacerle frente?
Porque esa cantidad estratosférica sólo podrá lograrse si desde ahora se transfieren los pantagruélicos fondos destinados a la chatarrización de Pemex, al freno del dispendio automotriz de la Guardia Nacional, al infame empeño de construir mil sucursales bancarias patito para enloquecer aún más los fondos inexistentes del Banco del Bienestar…
… o, peor aún: si se les hace un pequeño boquete a los programas electoreros de Jóvenes Construyendo el Futuro o a la plantación de arbolitos de Sembrando Vida. Y ahí sí, ¡aguas!, no sea que contradigan al Caudillo, y en una de esas, en un arranque de voluntarismo, manda clausurar toda la Legislatura, como hizo Victoriano Huerta con los trabajos de la XXVI durante la Decena Trágica.
Porque el dinero para los programas electorales de la permanencia a chaleco, ése sí es sagrado, no lo que tenga que ver con la salud, la seguridad, Pemex, la alimentación, la vivienda, la protección de los demás mexicanos.
No hay dinero que alcance para tamaña ineptitud e indolencia
El derecho fundamental a la sospecha, imbíbito en todo Estado de Derecho, está cobrando una vida inusitada, porque la aparición de la pandemia, la proliferación de las protestas y marchas ciudadanas, y los berrinches del Caudillo en un mitin donde no le aplauden, y la catástrofe del país, están juntando los dos brotes: el del coronavirus y el psicótico, propio de la casa.
Los dos brotes, de todos tan temidos, están dando la puntilla al régimen de la improvisación, el dispendio y la corrupción sistemática. Ya nadie sabe para dónde hacerse. Porque no hay dinero que alcance para tamaña ineptitud, para tan crasa indolencia, para tanto agravio ciudadano. Hasta el dinero se les acabó… y el año apenas llegó a los Idus de Marzo.
Porque con los billones que México quiere tirar al caño desde ahora, si se tuvieran, México podría haber ingresado exitosamente a la economía del conocimiento, solucionar todas las emergencias, atender lo urgente e importante y arribar al desarrollo.
Comedia de equivocaciones y dispendios ridículos y trágicos
Pero no. El gobiernito de la Corta Transformación ha insistido en que es mejor inversión explorar yacimientos inexistentes, comprar decenas de miles de camionetas para el solaz de la Guardia Nacional, y engordar los fondos electoreros de programas sociales en una comedia de equivocaciones y dispendios ridículos y trágicos, según el humor de quien los vea.
Cuando estos datos duros se imponen, todos estamos, gobiernito y gobernados, bajo el manto de la sospecha improrrogable, inexcusable. Hacer mutis frente a ella, dejarla de utilizar para el bien de México, pone en riesgo la forma de convivencia, el acuerdo social que disciplina a través de reglas al poder.
Vamos directo hacia la devaluación, la inflación y a la hambruna
La sospecha es una prerrogativa fundamental de la opinión pública, en cualquier Estado existente. Es un derecho ciudadano que debe oponerse frente a cualquier régimen político. Forma parte de ese catálogo de civilización que debe responderse con valor y con extrema urgencia.
Y este es un asunto de la mayor importancia, toda vez que la Corta Transformación ha decidido doblegarse ante la crisis estructural con el mismo jueguito de invertir cantidades estratosféricas de nuestro dinero en un pozo sin fondo que nos arrastra cada día hacia la desgracia conocida de la devaluación, la inflación y la hambruna.
Y sí, entre las grandes potestades de la opinión pública está la sospecha, el fundamento de la transparencia, la honestidad y la vida democrática. Sólo en los regímenes fascistas y filo nazistas se le ha pretendido arrumbar al cajón de la basura. La sospecha es el reducto frente al despotismo, la tiranía y la dictadura.
¿Engañado? ¿Pregunta a sus colaboradores? ¿Le interesa?
Flota en el ambiente la pregunta acerca de si el Caudillo actúa engañado por sus colaboradores, o no pregunta, o no le interesa saber lo que opinen. La idea de gobierno y la confianza ofendida de la Nación se está yendo por el caño.
Los engaños en el ramo de la salud, en los programas clausurados de alimentación y promoción agropecuaria, en programas electoreros con disfraz de sociales, en lo del Tren Maya y Dos Bocas, en la sequedad económica provocada por la parálisis en las inversiones públicas, sociales y privadas forma parte de los paisajes nacionales ¿o es parte de una bien tendida urdimbre de maldad o de desquiciamiento mental?
Y es por eso que los dos brotes son tan peligrosos como aparentan: el del virus chino, porque agarró a la Corta Transformación encuerada en lo económico e indefensa en lo operativo, dirigido por la soberbia y la desgracia, y el brote psicológico del Caudillo en su berrinche mitotero en Macuspana, que augura una sucesión de acontecimientos en los que no se espera nada bueno.
Muchos han desertado de Morena por los exabruptos del Caudillo
Y es que le da igual suspender un mitin en una región apartada del mundo, donde los acarreados se rebelan y le espetan en la cara que los programas sociales son un fracaso, que no llegan los apoyos tan presumidos en las mañaneras, esas horrendas farsas de gobiernito fracasado, que suspender cualquier legislatura que ose imponerse a su afán reeleccionista de repartición de los dineros públicos.
En lo personal, nadie cree que los diputados se hayan salido del huacal, menos la minoría fanática de los legisladores de Morena. Minoría inexplicable si no fuera motivada por el sentido común de muchos “mayoritarios” que han cambiado de parecer frente a los exabruptos del Caudillo.
Que ya lo pasen a la báscula… ¡para el bien de la Nación!
Pero el país está pendiente de la evolución de los dos brotes: el sanitario epidémico y el orgánico psicológico. Los dos han evidenciado a los ojos de todo el mundo que los mexicanos estamos en sartenes, sin tener una mínima esperanza de que esto se rectifique desde la sanidad de la cordura, desde el dique democrático que debe prevalecer sobre los caprichos costosísimos del Caudillo.
Los brotes, el sanitario y el psicótico, están bajo sospecha. A punto de pasar a la báscula, para bien de la Nación.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Éramos muchos y… Ahora hay un tercer brote que amenaza a la sociedad. El del sarampión. Cuatro casos en CDMX que podrían extenderse debido a dos causas principalísimas: el movimiento antivacunas y, claro, la falta de recursos en el sector público de la salud. En nuestro país, el último brote de sarampión fue hace 30 años con más de 89 mil casos en todo el país, y de 2000 a 2019 ha habido 185 casos, según datos de la Secretaría de Salud.
El del sarampión es uno de los virus más contagiosos. Mientras que un paciente con influenza, por ejemplo, puede contagiar hasta a dos personas; alguien con sarampión puede propagar el virus hasta a 10 personas.
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