Mouris Salloum George
La “medalla de plata” en el torneo olímpico de falsedades, la tiene asignada mundialmente México desde hace por lo menos dos años. En los tres meses de coronavirus, la presea le ha sido confirmada por centros de investigación internacionales que monitorean los contenidos de la comunicación digital. Grave asunto: La verdad es la primera víctima de la pandemia.
Que no haya policía cibernética capaz de seguirle la huella al origen de las “noticias” falsas, es de por sí una grave deficiencia. Pero ese no es asunto de gendarmería. Es de imperativo ético.
En el cuadro de espanto abierto por la sicosis sanitaria, desde principios de marzo se dieron en México manifestaciones inéditas de inmoralidad y necrofilia. Dos líderes de opinión que operan en la sede de los tres Poderes de la Unión lanzaron a la rosa de los vientos la versión de “la primera muerte” por coronavirus. Por tratarse la supuesta víctima de un personaje prominente en la vida púbica del país, el mensaje se volvió viral.
Dado que se conoce la catadura de los emisores, fue evidente, más que la desinformación, la insidia.
El colmo se presentó esta semana: Un diario impreso de Ciudad Juárez reprodujo la imagen de una pila de cadáveres emplasticados y los dio como saldo de la pandemia.
Desde hace al menos cuatro años, los medios mexicanos empezaron a informar que las morgues de las principales cabeceras de varias metrópolis mexicanas estaban repletas de cadáveres no reclamados por nadie, ilustrando el tema con fotografías del horror.
Precisamente los servicios médicos forenses del estado de Chihuahua dieron cuenta de ese problema. Algunos directores de esos servicios sugirieron a las autoridades de Salud autorizar inhumaciones masivas en fosas comunes.
Que no salgan con el cuento de la teoría de la conspiración
Sin necesidad de trucarlas, las imágenes reproducían la realidad en la que hundió a México el crimen organizado. Usar esas macabras estampas para exacerbar el pánico, no es precisamente testimonio de las mejores prácticas periodísticas.
No hace falta que lo diga el subsecretario de Salud, Hugo López-Gattel. Sobran evidencias de que intereses políticos y económicos están dispuesto a desencadenar los demonios para desestabilizar al Estado mexicano.
Que no salgan ahora las bocas de ganso de esos intereses con que profetas de las teorías de la conspiración pretenden dar pretextos al gobierno para reprimir la libertad de expresión. A otro perro con ese hueso. Pongámonos serios.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
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