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viernes, noviembre 22, 2024

Evita quemas agropecuarias con el programa “Mi parcela no se quema”

El uso del fuego en el sector agropecuario tiene un origen ancestral que se ha mantenido por generaciones y llegado hasta nuestros días. A pesar de su origen prehispánico, el uso del fuego representa diversos daños en la calidad del aire, la pérdida de biodiversidad y el empobrecimiento de los suelos de cultivo.

Desde las primeras civilizaciones de nuestro país se practicaba la quema de parcelas. Esto tiene origen en la cosmovisión de los antiguos pobladores: el fuego es un símbolo polisémico que se manifiesta en toda su ambigüedad. Para la manera de ver el mundo y su comprensión del mismo, el fuego es un elemento de cohesión social, de poder, de fertilización, además de ser indispensable para la siembra del maíz. No obstante, es un arma de doble filo porque es a su vez destructor. Daña al enemigo y destruye pueblos y cosechas,  y también provoca enfermedades como llagas, granos, quemaduras. A lo largo de toda la historia y en todas las civilizaciones, el fuego ha sido la manera de empezar de nuevo, la purificación y el fin de algo.

Es muy probable que debido a esto y las facilidades que traen consigo las quemas agropecuarias, sigan practicándose. Sin embargo, a nivel nacional, las quemas agropecuarias no controladas son causantes del 40% de incendios forestales; según datos de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).

Una quema agropecuaria mal dirigida puede terminar en un incendio forestal. Por ello es mejor aprovechar los desechos orgánicos de las parcelas para nutrirla. No hay necesidad de quemarlas.

Con el objetivo de reducir estas practicas, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo

 

 

 

 

 

 

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