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jueves, abril 25, 2024

¿De dónde viene lo que comemos?

La Organización de las Naciones Unidas creó en el año 1945 a una de sus agencias más grandes y especializadas, una que está dedicada a la Alimentación y la Agricultura; la FAO, por sus siglas en inglés. 

La FAO, a su vez, se encargó de proclamar una celebración mundial en torno a la Alimentación; para crear conciencia de la importancia de nuestros sistemas alimentarios, la forma en que nos alimentamos y los vínculos en torno a ella. 

Debido a ello, este año se proclama el año de las Frutas y las Verduras y el Día Mundial de la Alimentación gira en torno a los alimentos inocuos para un mañana saludable. La FAO pretende poner de manifiesto que la producción y el consumo de alimentos inocuos aportan beneficios inmediatos y a largo plazo a todas las personas; a la economía y al planeta.

Por tanto, es necesario que nos volvamos capaces de entender los vínculos sistémicos entre la salud de las personas, los animales, los vegetales, el medio ambiente y la economía. Con ello podremos satisfacer necesidades a futuro. Es importante actuar hoy para el bien del mañana. 

Desde consumir alimentos saludables como 5 frutas y verduras diarias, que estén libres de contaminación y sustancias químicas resulta una labor titánica porque no sabemos qué traemos a la mesa. No tenemos ni idea ni de dónde viene. 

La inocuidad de los alimentos se observa desde el campo, con las decisiones que toman los agricultores respecto a las semillas que utilizan (si son semillas transgénicas, originarias conservando su genoma, etc); cómo y dónde cultivan, qué utilizan para el cultivo; la forma de protección de los mismos y hasta la forma de cosechar. Esto no es todo porque ese es tan solo el inicio de la cadena de los sistemas agroalimentarios.

Cuando se habla de inocuidad en los sistemas agroalimentarios, se habla de todos los eslabones de la cadena; del esfuerzo que implica producir, conservar, transportar y consumir un alimento sano, inocuo y de calidad.  

Por ello, la inocuidad es el resultado del esfuerzo de todas las personas que cultivan, elaboran, transportan, almacenan, venden, preparan y sirven los alimentos para que todos tengamos no sólo una vida saludable; también una economía saludable y un planeta saludable con futuro.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la inocuidad de los alimentos es un tema de salud pública y trabaja para incorporarla en los programas. Para reducir en todo el mundo la carga de las enfermedades transmitidas por estos o relacionadas a ellos. 

No obstante, la salubridad de lo que comemos nos concierne a TODOS: gobiernos, productores, vendedores y finalmente, consumidores. Por esta razón, cada vez que comemos algo -cualquier cosa-, estamos participando en los sistemas agroalimentarios. Somos parte de ellos innegablemente.

A causa de ello, nuestros sistemas deben transformarse, debemos transformarlos y ser conscientes que son fundamentales en nuestras vidas y las de terceros. El cambio hacia un sistema sostenible proveerá variedad, cantidad y calidad suficiente para la población mundial. 

Desde luego, el reto es titánico: alimentar a 10 mil millones de personas para el año 2050 no es nada fácil. Incluso ahora las crisis alimentarias están presentes. América Latina no podrá seguir siendo la granja del mundo si no se actúa ya. 


Como consumidores podemos comenzar el cambio con simples preguntas: 

 

¿De dónde viene lo que me estoy comiendo?

¿Cómo lo producen? 

¿Es inocuo para el campo, para el productor y para mí, lo que me como?

¿Cómo se prepara? 

¿Es un producto de temporada? Si no es así, ¿vale la pena comerlo sólo porque se me antoja?

 

Todo empieza por un cuestionamiento, por una “bronca”; por querer ir más allá. De esta manera también puedes modificar hábitos y comenzar a exigir productos saludables para el ambiente, tu economía, tu salud y tus necesidades (no sólo fisiológicas, sino emocionales y culturales). Todo se conecta, todo está vinculado.

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