Luis Alberto García / Vladivostok
* Preguntas y respuestas inquietantes de David K. Willis.
* El corresponsal estadounidense escribió “Los rusos de hoy”.
* Similitudes sobre cuestiones planteadas por colegas de Moscú
* Tratan de revelar que lo se debería saber sobre la ex Unión Soviética.
* Lenin se convirtió en líder revolucionario “casi por accidente”
* A partir de 1917, en política hubo cosas buenas, malas y peores
David K. Willis residió casi diez años en la Unión Soviética como corresponsal jefe de la oficina de diario Christian Science Monitor, hasta antes de que esa nación se disolviera en 1991, y de esa experiencia escribió “Los rusos de hoy” (Javier Vergara Ed., Buenos Aires, 1985)”, libro sobre la vida cotidiana “y otras crónicas”, producto de sus viajes durante más de la mitad del tiempo que vivió en Moscú y en otras ciudades.
Desde antes de 1985, cuando Mijaíl Gorbachov concibió cambios que empezarían a verse poco después, Willis se lanzó a plantear preguntas que lo inquietaban y que, resumidas en sus respectivas respuestas, las compartió antes de volver a Estados Unidos.
Ciertas cuestiones de Willis son similares a las que expusieron algunos medios de comunicación de la Federación Rusa con el siglo XXI entrado en años –entre ellos Global Look Press, RIA Novosti y la agencia informativa Sputnik-, que dedicaron algunos de sus espacios para referirse a lo que llaman una “fascinante fase en la historia de la Unión Soviética”.
De ese modo, como David K. Willis en su momento, los periodistas rusos elaboraron una especie guía elemental para quienes desean adentrarse más y mejor en ese periodo con textos ilustrativos en su mayoría.
Inicialmente se preguntaron –como también lo hacen rusos en su vida cotidiana- cómo empezó todo en su enorme patria, y cómo es posible que el imperio dinástico de los Romanov –fundado en 1613- desapareciera por completo y surgiera en su lugar un país totalmente nuevo.
Primero se trata de saber cuáles fueron las causas de la Revolución rusa, puesto que los disturbios en el país habían comenzado en febrero de 1905, y la Revolución bolchevique de octubre de 1917 fue la tercera en diez años.
También es interesante descubrir cómo, según Willis y luego los colegas rusos, Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, se convirtió en líder de la Revolución “casi por accidente” y luego en una especie de semidiós, pues al menos se tiene esa sensación si se miran los carteles de propaganda en los que aparece.
Para el periodista estadounidense que cayó en la tentación de hacer parte de la historia de sus impresiones, aquellos años fueron un momento difícil y sangriento para Rusia: “Los bolcheviques querían deshacerse de todos los contrarrevolucionarios; es decir, todos los que no compartían sus puntos de vista sobre el futuro y, como resultado, en 1918 –prolongada hasta 1921- comenzó la guerra civil entre el Ejército rojo, socialista, y el Ejército blanco, monárquico”.
¿Cuánto tiempo existió y por cuáles territorios se extendió el comunismo? El país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se estableció en 1922, cuando partes del antiguo imperio zarista se hicieron autónomas y se unieron a la Unión después de la guerra civil, existiendo hasta 1991, de modo que sobrevivió casi siete décadas.
Willis cuenta que había 15 repúblicas –las conoció casi todas- incluidas en la Constitución soviética de 1977: las Repúblicas Socialistas Federativa Soviética de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Uzbekistán, Kazajistán, Georgia, Azerbaiyán, Lituania, Moldavia, Letonia, Kirguistán, Tayikistán, Armenia, Turkmenistán y Estonia.
Ahora son naciones independientes: diez son miembros de la llamada Comunidad de Estados Independientes (CEI), y en la mayoría de ellas se sigue hablando el ruso; pero el legado postsoviético de estas repúblicas es -para sorpresa de muchos- la cocina, que continúa siendo lo más apreciado y popular en todas esas Rusias.
¿Qué cambiaron los soviéticos en el país?: casi todo, responde la agencia RIA Novosti, y es que en la política soviética hubo cosas buenas, malas y peores, como dijo un politólogo que acabó exiliándose en Europa occidental, aunque algo está claro: la vida de la gente y el funcionamiento de algunas instituciones cambiaron por completo.
Por ejemplo, recuerda David K. Willis, los bolcheviques pretendieron deshacerse de la religión ortodoxa rusa, confiscaron iglesias, templos y monasterios, usados luego para sus necesidades como almacenes, hospitales, prisiones y fábricas.
Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial, Iósif Stalin, tal vez recordando su juventud como ayudante de un pope de Tblisi, en su natal Georgia, decidió rehabilitar a la Iglesia ortodoxa rusa, a pesar de que mandó demoler en 1931 -sin que quedara piedra sobre piedra- la catedral de Cristo el Salvador, a pocos años de pasar a ser un dictador sin apelaciones.
¿Aspectos positivos de la Revolución? “Los bolcheviques –establece el ex corresponsal- ayudaron a erradicar el analfabetismo en el país: en el imperio ruso, solamente el 20% de la gente sabía leer y escribir, en su mayoría los nobles, clérigos y militares; pero partir de 1919, después de los ocho años de edad, cada ciudadano debía recibir educación”.
Willis se pregunta qué implicó la Segunda Guerra Mundial para la Unión Soviética: “En el aspecto humano, una tragedia de dimensiones colosales; pero su participación en ella, el papel que desempeñó fue vital en la victoria sobre los nazis, y todavía se considera uno de los acontecimientos más importantes y traumáticos del siglo XX.
Como dato adicional, se dice que el país perdió cerca de 26 millones de su población entre 1941 y 1945; pero curiosamente, la cifra oficial ha cambiado a lo largo de los años, hasta descender a 20 millones, y lo cierto es que la antigua Unión Soviética tuvo una larga y sumamente difícil recuperación después del conflicto.
“El sitio de Leningrado –la antigua San Petersburgo, aclara Willis- representó, bloqueada durante 900 días por los nazis, la más sangrienta batalla junto con la heroica Stalingrado, y eso y la liberación de Auschwitz son los hechos que los rusos recuerdan, y los cineastas siguen haciendo películas sobre la Gran Guerra Patria, como los rusos llaman a la Segunda Guerra Mundial.
El 9 de mayo es el Día de la Victoria sobre los invasores de Adolfo Hitler, convertida en una de las principales festividades de Rusia, cuando la derrota del Ejército nazi en Berlín se celebra cada año con grandes desfiles, incluidos misiles de largo alcance y los más recientes prototipos de aviones y otros armamentos de destrucción masiva.
No obstante haber llegado a trabajar a Moscú años después del inicio de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, David K. Willis, corresponsal del diario Christian Science Monitor entre 1975 y 1985, no dejó de preguntarse cómo envió la nación euroasiática al primer hombre al espacio en 1961, cuando ambas potencias daban los pasos iniciales en ese sentido.
“Los gobiernos soviéticos posteriores a la muerte de Stalin en marzo de 1953, tenían la obsesión de ser los primeros en todas las industrias, maximizando la producción, la minería, los trabajos de construcción y muchas otras cuestiones, sin ser indiferentes a la exploración espacial”.
Así lo asegura el periodista estadounidense, quien se sorprendió con un fenómeno: la prometida nación “sin clases” cuyos gobiernos prevalecieron más de siete decenios, es, sin embargo, una de las sociedades con mayor conciencia de clase de la historia contemporánea, para retomar la charla y añadir lo siguiente:
“El legendario ingeniero soviético Serguéi Koroliov, quien desarrolló los primeros experimentos, fue un antiguo prisionero de los temidos campos de prisioneros –los Gulag- siberianos, y para poder seguir adelante las autoridades liberaron a los científicos con más talento de todo el país y crearles una entidad para el diseño y construcción de naves espaciales”.
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