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miércoles, abril 24, 2024

Todos formamos parte de los Sistemas Agroalimentarios

Nuestras vidas dependen de los sistemas agroalimentarios y aunque el término puede llegar a sonar complejo, también formamos parte de ellos con cada alimento que ingerimos.

Cada vez que elegimos qué comer o en el momento que tomamos una manzana o un plátano del frutero, nos volvemos parte de los sistemas agroalimentarios. Los cuales, no sólo indican sus modos de producción y transporte, sino una cadena que culmina al comer algún alimento.

Todo alimento que elegimos, la forma en la que se produce, cómo se transporta, su preparación y cocción; hasta su almacenamiento es parte de los sistemas agroalimentarios y nosotros, como seres humanos, somos parte fundamental de estos. 

Desde el momento que se planta (o se planea hacerlo) y hasta que lo comemos, eso es un sistema alimentario.

Por ello, millones de personas en el mundo han optado por cambiar nuestros sistemas agroalimentarios hacia un modo sostenible, que es aquel en el que se dispone de una variedad de alimentos suficientes;  nutritivos e inocuos a un precio accesible para todos (van de la mano con la seguridad alimentaria). 

Por ende, un buen sistema alimentario tiene la capacidad de nutrir y alimentar a toda la población; además de la reducción de desperdicios. Con todo ello, puede ser posible mantener una cadena de suministro alimentario que sea más resiliente ante crisis como los fenómenos meteorológicos extremos; los repuntes de precios o las pandemias; el tan sonado cambio climático (que ha modificado todo). 

Los sistemas alimentarios no se limitan a lo anterior, pues mucho antes de llegar a los anaqueles del supermercado o al puesto del tianguis o mercado; deben producirse en algún lugar. Generalmente en granjas o gigantes campos de cultivo y es aquí donde inicia la cadena porque la tierra también se desgasta; existe la erosión y contaminación a partir de la agricultura. Por esta razón, un buen sistema alimentario es resiliente y busca sustentabilidad al reducir la contaminación, el desgaste de tierras con rotación de cultivos o algunas otras técnicas que permiten nutrir a la tierra y reducir la huella de carbono. 

Pero no es sólo cuidar a la tierra, sino también a los alimentos que esta nos brinda: hay cultivos transgénicos, orgánicos, hidropónicos, etc. Muchas ocasiones, la necesidad de rapidez en el crecimiento y las características “deseadas” de cierto cultivo generan que estos sean inadecuados para nuestra salud (además de la salud de las tierras de cultivo). ¡También eso forma parte de un sistema alimentario!

Por estas y otras tantas razones, los sistemas agroalimentarios sostenibles proporcionan seguridad alimentaria y nutrición para todos. No deben comprometer las bases económicas, sociales y medioambientales para las generaciones venideras. Conducen a una mejor producción, una mejor nutrición, medio ambiente y una vida mejor para todos.

 

¿Por qué son tan importantes?

Emplean a 1,000 millones de personas en todo el mundo: más que cualquier otro sector económico. Nuestra forma de producir, consumir y también de desperdiciar alimentos; le cobra un precio muy alto a nuestro planeta.

Existe una presión innecesaria en los recursos naturales, el medio ambiente y el clima. Con frecuencia, la producción de alimentos degrada o destruye los hábitats naturales y contribuye a la extinción de especies.

Por lo tanto, la ineficiencia nos está costando billones de dólares, pero lo más importante de todo, es que  estos sistemas exponen las desigualdades e injusticias profundas en nuestra sociedad a nivel mundial.

 

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); unos 3.000 millones de personas no pueden tener dietas saludables. Además, el sobrepeso y la obesidad continúan aumentando en todo el mundo de manera acelerada. 

 

Con la llegada de la pandemia de COVID-19, nuestros sistemas alimentarios han probado -de nueva cuenta- la necesidad de un cambio de ruta urgente. Se están tambaleando, pues para los agricultores, ha sido sumamente complejo  porque desde antes se enfrentaban a la variabilidad del clima y los fenómenos extremos, a la desigualdad social; la carencia de oportunidades y acceso a técnicas y herramientas que pueden crear mejores sistemas alimentarios.

Hay mucho más allá de sólo comer una manzana del frutero que está en casa. 

 

¿Hay solución?

Todo ello depende de los gobiernos, que deben adoptar políticas nuevas que fomenten la producción sostenible de alimentos nutritivos asequibles; crear la participación de los agricultores e incluir a la población mundial para una educación alimentaria adecuada. 

Estas políticas deben promover la igualdad y el aprendizaje; impulsar la innovación; dar estímulos a los ingresos rurales y ofrecer redes de seguridad a los pequeños agricultores. También deben considerar los vínculos existentes entre las áreas que afectan los sistemas alimentarios -la educación, la salud, la energía, la protección social, las finanzas-; y hacer que las soluciones encajen unas con otras. Es decir: no pegar cinta en una tubería sin saber qué originó la fuga. 

Todo ello debe estar respaldado por un aumento considerable de la inversión responsable y un apoyo enérgico para reducir los impactos medioambientales y sociales negativos en todos los sectores.  Especialmente en el sector privado, la sociedad civil, los investigadores y el ámbito académico. 

 

Por esta razón, el Secretario General de las Naciones Unidas convocó a la primera Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios en septiembre de 2021. Misma que será para forjar el consenso sobre las nuevas acciones audaces en la transformación de la forma de producir y consumir alimentos del mundo. Con el propósito de recuperar la senda hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

 

No se trata sólo de los gobiernos

Así es, no se le puede dejar esta tarea únicamente a los gobiernos, pues también como consumidores podemos hacer cambios.

¿Te has preguntado de dónde viene lo que comes? ¿Cómo está hecho y en qué te beneficia, más allá de saciar el hambre y alegrar el paladar? 

Con esta simples preguntas nos abrimos paso a una alimentación más responsable y no es únicamente el hecho de comer alimentos saludables para nosotros mismos; sino cómo afectan a las personas a nuestro alrededor. Cómo es que todo lo que comemos influye, de manera directa e indirecta en todo lo que nos rodea. Porque sí, todo se vincula. Nuestras acciones pasadas y las actuales son nuestro futuro.

Como consumidores necesitamos influir en lo que se produce, aumentando nuestra demanda de alimentos nutritivos producidos de manera sostenible y responsable. Todo, buscando ser más conscientes en nuestras acciones diarias. 

Podría interesarte: ¿Cómo reducir la huella ecológica en la alimentación?

 

 

Aquí algunos tips sencillos:

-Reduce desperdicios.

-Consume alimentos variados y en temporada. Hay millones de alimentos que podríamos conseguir. Recuerda que México es un país megadiverso.

-Pregúntate de dónde viene lo que comes y cómo está producido.

-Comprar de manera local ayuda a mantener a los agricultores de pequeña y mediana escala sus empleos y generar alimentos que suelen ser de mejor calidad.

-Haz listas de compras para reducir el gasto y desperdicio. 

 

 

 

Para saber más: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

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