En todas las culturas prehispánicas observamos una relación entre lo divino con el mundo terrenal a través de la tierra, la agricultura y el maíz. Para los mayas, las bebidas sagradas son el balché y el saká; imprescindibles en los rituales e ingeridas por altas jerarquías.
El balché es una bebida conocida como vino sagrado. Es una clase de hidromiel obtenida a partir del árbol del mismo nombre. Esta bebida es símbolo de la resistencia maya a los conquistadores españoles, pues hasta bien entrado el siglo XVII, los mayas seguían consumiéndolo y perduró hasta nuestros días.
Actualmente, algunos campesinos de las zonas maiceras de la Península Yucateca siguen bebiendo balché comenzar con sus cultivos. Esto es para agradecer a la naturaleza.
Por otra parte está el saká, bebida elaborada con maíz nixtamalizado y endulzada con miel de abeja o azúcar. Es una bebida que se prepara como ofrenda para el dios Chaac (el dios de la lluvia). Antes de su consumo, se coloca sobre una mesa en una milpa y se bebe después de otros rituales.
Se dice que los hollejos del maíz son alas que llevarán volando la bebida a los dioses, para agradecer y pedir una buena siembra y cosecha. En Quintana Roo, lo preparan únicamente con agua y maíz y se le llama pozol sagrado.
Sin duda, son bebidas que muestran la estrecha relación entre el hombre y la naturaleza, la cosmovisión de antiguos pobladores y cómo ha perdurado hasta nuestros días, resistiendo cambios tan brutales como la evangelización española.