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jueves, noviembre 28, 2024

Una deuda de gratitud con Jan de Vos

Adrián García Aguirre / San Cristóbal de las Casas, Chiapas

* En San Cristóbal y Bachajón descubrió la realidad indígena.
* Autor de una trilogía extraordinaria y de una reconstrucción histórica.
* Escenarios naturales deslumbrantes sobre la explotación maderera.
* La paz de Dios y del Rey y Oro Verde, entre sus testimonios esenciales.
* Fuimos los compañeros de viaje de un “indígena europeo.
* El científico social llegó en 1973 a una tierra para sembrar sueños.

Miguel Ángel García, antropólogo social y coordinador general de Maderas del Pueblo del Sureste A.C., comprometido resueltamente con la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas de Chiapas y Oaxaca, nos contó quién era Jan de Vos, autor del más minucioso análisis historiográfico de esa entidad.
Incorporado a una misión jesuita en los Altos de Chiapas, llegó a vivir en 1973 a Bachajón: estudioso y seguidor de la Teología de la Liberación, fue echado de ahí –junto con otros religiosos- por el gobierno estatal de entonces.
Al doctor De Vos le gustaba visitar la sede regional de esa organización no gubernamental radicada en San Cristóbal de las Casas –población en la que trabajó hasta su muerte el 24 de julio de 2011 como profesor titular del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores análisis de Antropología Social (CIESAS)- para comer gustoso el pozole que preparaban dos colaboradoras del antropólogo García, que así solía recibir a sus amistades.
García también nos dijo que, entre sus obras más relevantes se encontraban Fray Pedro Lorenzo de La Nada; La batalla del Sumidero; Viajes al Desierto de la Soledad (CIESAS-SEP, 1988); Vienen de lejos los torrentes (Editorial Umbrales, 2010); y Oro Verde (FCE, 1988).
Este último, estremecedor en su narrativa sobre un pasado de crueldades e injusticias, se trata fundamentalmente de la conquista de la selva lacandona por parte de los madereros tabasqueños en el siglo XIX; y Una tierra para sembrar sueños (FCE, 2002), que se refiere a narraciones de la explotación y saqueo de toda la región selvática entre 1950 y 2000.
En Oro Verde, Jan de Vos narra que en 1822 -año en que la provincia colonial de “Las Chiapas” se independizó definitivamente de España- la selva Lacandona fue descubierta y considerada, por primera vez, como una reserva forestal.
Quienes hemos conocido la historia y desarrollo de los pobladores de esos parajes naturales magníficos, sabemos que, a partir de ese súbito ingreso en la historia moderna, éstos han sido escenarios de enfrentamientos entre los saqueadores y las comunidades autóctonas.
Sin embargo, a diferencia de la época colonial, los agredidos de ahora no pertenecen a las comunidades indígenas, sino que, en escenarios deslumbrantes, son los árboles de caoba, las ceibas y otras especies poseedoras de la madera más fina del mundo, mientras que los atacantes intrépidos y voraces son los empleados y los representantes de las compañías madereras nacionales y extranjeras.
Miguel Ángel García, precisa que, al no aceptar la fundamentación jurídica-ideológica y de la colonización, y al atacar sus métodos, prácticas y formas de organización, Jan de Vos –amigo y preceptor del antropólogo capitalino- se unió a la tradición del estudio profundo de las civilizaciones mesoamericanas.
Con sabiduría y sensibilidad extraordinarias, Jan de Vos hizo una reconstrucción minuciosa y fiel de la historia de la explotación maderera en la selva Lacandona -continuación de La paz de Dios y del Rey-, después de una investigación de tres años en la que hizo uso de diversos archivos públicos y privados de México y Guatemala.
También recurrió a material bibliográfico y a entrevistas personales, presentando un trabajo excepcional sobre una etapa de la economía y la historia del sureste mexicano, en la que la explotación irracional de las riquezas naturales y humanas, los conflictos fronterizos, la rapacidad y la negligencia de las autoridades jugaron un papel importante.
Para no incurrir en un saqueo bibliográfico en la sede de Maderas del Pueblo del Sureste, adquirimos en la librería El mono de papel de la calle Real de Guadalupe de San Cristóbal de las Casas la trilogía completa del maestro Jan, que concluye con Una tierra para sembrar sueños, donde analiza ocho procesos que, a partir de 1950, configuraron el rostro que posee actualmente la Lacandonia.
Su texto de medio millar de páginas abarca la explotación maderera, la colonización campesina, la iniciativa finquera, la intervención gubernamental, la unión ejidal, la evangelización autóctona, el refugio guatemalteco y el alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994.
El autor advierte en la introducción que, el análisis ahí presentado, posee elementos que no responden a la llamada objetividad científica; pero el comentario de Jan de Vos –quien pasó casi la mitad de los 75 años de su vida estudiando a las comunidades la Lacandona- no demerita su análisis, sino al contrario, permite saber cuál es su enfoque.
Con ello, nos lleva precisa y justamente a confiar en la objetividad de su mirada y, a través de esos sueños sembrados en la floresta chiapaneca, nos introduce en una compleja y dramática realidad regional donde los campesinos mayas, con la ayuda de varios agentes externos, trazaron caminos de sobrevivencia adaptación, reflexión, organización y rebeliones comunitarias, como la ocurrida en 1869.
La represión a los alzados fue despiadada, pronta y después éstos fueron víctimas de una prolongada y bien orquestada acción de venganza racista por parte de los explotadores, finqueros y terratenientes que, además de mala fama, heredaron a sus descendientes sus, presumían, apellidos de abolengo, los mismos que prevalecen hasta estos días.
La portada de Vivir en frontera, la experiencia de los indios de Chiapas, es la recreación pictórica de esa etapa cruenta, consistente en el detalle de una litografía de Juan Pedro Martínez a unos meses de esa rebelión indígena, titulada “Indígenas del pueblo tzotzil de Chamula matando a un cura”, perteneciente al archivo histórico de San Cristóbal.
De esa manera, a través de las letras y de documentos gráficos invaluables, con una prosa envidiable, conocimiento enciclopédico, rigor y disciplina sin igual, Jan de Vos nos hizo compañeros de viaje por las tierras y los torrentes fluviales de Chiapas, su madre adoptiva, en la que se vio convertido en un “indígena europeo”, según se autodefinía.
Así, el profesor de Amberes –puerto en donde nació en 1936- nos ha ayudado en la ardua tarea de interpretación de los hechos del pasado para explicar un presente que no deja de dolernos, que nos hiere y ofende no obstante los siglos que han transcurrido.
De ese modo ha colaborado al conocimiento de México, propiciando un ejercicio de reflexión sobre periodos históricos que, sin duda, nos han dado origen, forma y destino, sin que podamos pagar la deuda de gratitud en que estamos, ante la ausencia del sabio que llegó de Bélgica, del otro lado del mar océano.

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