FRANCISCO RODRÍGUEZ
Como si nos hubiera mirado un tuerto o maldecido una gitana, los mexicanos tenemos la jettatura de escoger siempre peor cada seis años. Siempre “se nos conceden los deseos$ para destruir la memoria colectiva, rebajar la moral pública de la población y convertir la convivencia en vaciedades retóricas, consignas insulsas y agresiones impunes. Como México no hay dos.
Los últimos sesenta años rompimos nuestro récord. Instalamos el gorilato de Díaz Ordaz e institucionalizamos la represión asesina contra los movimientos populares, atribuyéndoles inspiración comunista, cuando sólo exigían reivindicaciones políticas y sociales. Las erráticas decisiones posteriores de Echeverría, el despilfarro presupuestal y la obsesión del liderazgo tercermundista instalaron el populismo demagógico de derecha. Llegaron la inflación, más la recesión, más el estancamiento económico, la pavorosa estanflación y el ahorcamiento de la planta productiva, lecciones no aprendidas, pestes que no nos abandonan.
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La manipulación de los yacimientos petroleros revelados a López Portillo fue para financiar causas extranjeras y conflictos donde México sólo era el pagano en petrodólares dejados de lado para financiar el necesario mercado interno. Desde guerrillas centroamericanas hasta el gobierno español del PSOE de Felipe González, hoy empleado de Carlos Slim, son muestras de un sexenio excesivo.
En los 80’s ganaron los técnicos a los políticos… y así nos fue
La llegada del hombre gris y su tecnocracia de huarache era lo esperado: la quinta columna de imberbes economistas inyectados desde el exterior por un profundo odio hacia México. Arribó el poder de Joseph Marie Córdova Montoya y su achichincle Salinas, espías comprobados de financieros neoyorquinos y europeos que diseñaron el peor futuro.
La sujeción absoluta a los mandatos del Imperio para entregar el poder a la alternancia panista que no resultó diferente a los usos y costumbres de los primos hermanos priístas, pero sí profundizó en el mantenimiento de la estanflación y en la ausencia de idea de Estado. Para colmo, la guerra contra el narcotráfico, diseñada y ordenada en Washington, nos ha arrojado medio millón de masacrados, torturados, desplazados y ejecutados.
Ubicar al país como el más sanguinario de la Tierra, sin estar en guerra civil declarada, a sus fuerzas armadas como las más letales y a sus desplazados económicos como los sostenes del sistema agroalimentario estadounidense, no fue poco.
Ignorancia, ineptitud y voracidad, signos de la tolucopachucracia
La llegada al poder de la tolucopachucracia fue la gota que derramó el vaso de los sesenta años de conducción errática. Aunque se ha dicho casi todo sobre este desastre nacional, no sobra expresar que la instalación del peñato en el poder significó la entronización de la rapiña más asquerosa de que se tenía memoria.
En toda la vida útil del sistema político mexicano jamás se habían alcanzado esos niveles de ignorancia, ineptitud y voracidad. Nadie creyó que incluso llegaran a ostentar esas prendas para el oprobio y la vergüenza de más de cien millones de mexicanos empobrecidos, avasallados y humillados ante el mundo.
Desde Salinas a la fecha, todos han sido funcionales al imperio
Tolucos y pachuquitas sólo sirvieron al reducido grupo de empresas extranjeras estadounidenses, japonesas y españolas, alemanas y de cualquier nacionalidad, hasta brasileñas como Odebrecht, que le llegaran al precio a sus comisiones burocráticas.
Con el absoluto convencimiento de que sus patrones extranjeros —el ejemplo ominoso es Zedillo—eran los que les iban a dar protección y empleo para seguir exprimiendo los recursos de nuestro país. Así ha sido desde Salinas de Gortari a la fecha.
Desde entonces, todos tuvimos la seguridad de que si seguíamos por ese mismo camino sólo nos esperaba mayor miseria, desconcierto y una agonía lenta, dolorosa, empobrecida.
Era imposible batir ese récord de inmundicias. No habría en todo el panorama nacional el grupo político que, al llegar al poder, quisiera inscribirse en esa serpiente de atrocidades causantes de los más bajos niveles de calificación en empleo, capacitación, productividad, analfabetismo, precariedad en salud y seguridad, ya de por sí insufribles.
En 2018 quisimos salir de Guatemala y llegamos a “Guatepeor”
Pero hete ahí que como siempre, elegimos peor, y se cumplieron todos los deseos, como en la maldición gitana. Vimos en la boleta a quien consideramos “el menos peor” de los tres o cuatro y ¡zas!, en minutos metimos al país a un túnel lóbrego, recesivo, infame, rastacuero, mendaz y absolutamente indeseable.
Como por arte de magia, sentamos en la Silla de Palacio a quien debía ser la solución… y ¡resultó ser el problema! Un ser menudo, irritante, de muy pocas luces y gran soberbia, que sigue echándonos en cara que hayamos votado por él, aunque casi el noventa por ciento ya esté arrepentido de haberlo hecho.
Una persona que puede presumir a la fecha que ninguna organización, estructura, liderazgo, sector productivo o persona seria de la Nación quiera siquiera cruzar palabra con él, menos intentar algún proyecto, obra, negocio, empleo, que requiera arriesgar el patrimonio de cualquiera. Un atrevido que mientras tenga el poder no podrá encontrar visos de solución a ningún problema serio de este país. De ese tamaño es el problema.
Una persona que, amenazado de dar a conocer los compromisos asumidos con los carteles, fue capaz de liberar a los más sanguinarios del panorama, dejar escapar de la cárcel a otros, y espetar que él no se dedica a combatir capos, sino a impartir programas de seguridad. ¡Hágame usted el refabrón cavor!
Una persona en cuyas manos han fracasado los programas de gasto social piloto, desde el de los jóvenes ninis hasta el de los arbolitos, donde se han derrochado seis decenas de miles de millones, por falta de bases sociales, operadores, proyección y modelo.
El peor de 60 años: sin dinero, sin trabajo, sin salud, sin comida
Lo que sí funciona es dispersar los mismos recursos no entregados para hacer política en busca de la reelección anticipada y ruin. Lo que sí funciona es entregar ese dinero a los jóvenes nazis que son el escuadrón de choque fascista de la Cuatroté. El que agrede a las víctimas, el que arremete contra los inconformes. La mano negra del régimen fracasado.
Lo que sí funciona son los cochinitos de Octavio Romero en Pemex, los contratos sin licitación, las transferencias monetarias sin reglas de operación, la administración de todos los recursos presupuestales con sospechas y encubrimientos sin par.
Lo que sí funciona es una corrupción galopante que está dejando al país en la cuarta pregunta. Sin dinero, sin trabajo, sin salud y sin comida.
El peor de los sesenta años de vida institucional.
Dios los tenga a fuego lento, dijera la gitana.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En una nueva referencia al avión presidencial, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo ayer que ni siquiera el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quiso “entrarle” a la compra por lo lujosa que es la aeronave adquirida en el gobierno de Felipe Calderón. “Se le averió su avión al primer ministro de Canadá, a Trudeau, y le mandamos decir que si quería comprar el avión presidencial de México; y no le entró, porque el avión que se le averió es de menor calidad y no tiene tantos lujos como el avión presidencial de México”, dijo el mandatario durante un evento público en Solidaridad, Quintana Roo. Por ello, López Obrador dijo que la próxima semana su gobierno tomará la decisión para darle una resolución del tema del avión presidencial, según reportó Apro. Sin embargo, el tabasqueño insistió en el tema de la rifa del avión con todo el pueblo de México, y dijo que quien se lo gane no debe preocuparse en donde estacionarlo, pues podrán usar los aeropuertos de la Fuerza Aérea Mexicana. “El que se lo saque, ahí van a estar los aeropuertos de la Fuerza Aérea Mexicana para guardar el avión, al que lo obtenga mediante la rifa”, señaló.
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